Ánimo, entusiastas

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Trabaja
con la nada secreta ambición de que su trabajo
cree una situación en la que
su trabajo ya no sea necesario.
NUNCA LLEGARÁS A NADA, Jorge Riechmann

 

Hoy quiero hablaros de un ensayo necesario para todos los jóvenes que queremos trabajar en lo que nos gusta, pero sabemos que hacerlo supone adentrarse en tierras movedizas, gobernadas por la precariedad, la temporalidad y la insatisfacción. Se trata de El entusiasmo, obra de Remedios Zafra, publicada en Anagrama (45º Premio de Ensayo concedido por esta editorial). En este libro, la autora analiza las formas de opresión y fragilidad a las que están sometidos los trabajadores culturales, académicos y creativos. Está especialmente dirigido a aquellos que trabajan en ámbitos creativos en la era digital, lo que requiere, en primer lugar, confiar en la posibilidad de encontrar un hueco en este mundo híperconectado:

Solos y conectados, me parece que lo que caracteriza a los entusiastas no es solo el individualismo inducido por la competencia feroz y la confrontación de nuestras vidas frente a las pantallas, sino a la aceleración del péndulo que estimula a pasar más rápidamente de la presión ante la expectativa a la resignación que desmoviliza. (pág. 49)

El Entusiasmo es una crónica beligerante que nos invita a replantearnos nuestro futuro laboral, a reclamar nuestros derechos como creadores y a no vender nuestros trabajos a cualquier precio: «En algún momento de nuestra historia hablar de dinero cuando uno escribe, pinta, compone una obra o crea se hizo de mal gusto. Como si la creación habitara esa dimensión donde el pago ya se presupone suficiente en el ejercicio creador»(Zafra, 2018).

La autora nos introduce en la vida de Sibilia, la protagonista de este diario que nos lleva de la mano por un escenario contemporáneo que percibimos como común. Sentimos como propia la condena de la protagonista frente a la máquina, que la aleja de sí misma y de los demás. Sentimos nuestros sus contratos indefinidos, sus trabajos temporales, su condición inmutable de becaria universitaria, su impresión de ser siempre la última en llegar a todas partes.

Sibila no es la niña, no es la madre, no es la amante, no es la anciana. Sibila es entusiasta y trabajadora. Su nombre es Cristina, María, Ana, Inés, Silvia, Laura…, incluso cuando es Jordi o Manuel, siempre está feminizada. En todos los casos, pongamos que su nombre es Sibila.Sibila tiene aspiraciones creativas y pocos recursos. (pág. 41)

A continuación os presento unos cuantos fragmentos más y con ellos cuatro motivos, entre los muchos, por los que la lectura de El entusiasmo merece la pena:

Zafra ejerce una crítica profunda al sistema educativo, que disuelve nuestra vocación desde que somos pequeños y nos ofrece a cambio una idea de futuro fragmentada y limitadora:

La vocación no es algo heredado con lo que se nace por tener un cuerpo, la vocación es algo que construimos culturalmente y cuyo estímulo en libertad precisa “diversidad” y un mayor esfuerzo de la institución educativa para sintonizar el mundo y lo posible. Es complicado imaginarse “ser” aquello que está coartado por una imaginación lastrada y una realidad borrosa y frágil como la de los entusiastas. Y creo que esta limitación contribuye a difuminar la posibilidad de futuro de no pocas personas creativas. (pág. 196)

Nos introduce el concepto de «vida aplazada», en tanto que el momento de hacer lo que nos gusta se ve constantemente prorrogado. Entretanto, buscamos trabajos que nos den dinero para satisfacer las necesidades básicas, y nuestra identidad va diluyéndose en este pluriempleo que solo ejercemos con la esperanza de que en el futuro podamos dedicarnos a lo que nos apasiona:

Sibila aún cree que el sistema la ayudará y dedica sus horas a trabajar y a buscar otros trabajos. Y los busca para en el futuro disponer de tiempo que le permita vivir y crear, y por fin dejar de buscar trabajo. La vocación es algo por lo que merece la pena luchar, piensa. (pág. 42)
«Soy la práctica de lo que ejerzo». Y dado que hago muchas cosas, mi trabajo siempre está indefinido. Y puesto que lo que hago no me gusta pero es vulnerable y temporal, esto me permite mantener la esperanza de que en un futuro podré liberar mi tiempo de esa cadena de precariedad y trabajar quizá, de lo que me apasiona o me motiva. Entretanto, espero, porque la vida de los entusiastas es una vida constantemente aplazada. (pág. 217)

Nos presenta a un personaje al que vamos conociendo en profundidad:

Piensa Sibila cómo en el debate cotidiano y rápido online no es fácil la dialéctica argumentada, el acceso a opiniones distintas, al disentimiento razonado. Cuando la mayoría de los participantes de la red son “afines” que retroalimentan una causa, bajo la apariencia de la diversidad predomina un único punto de vista y a menudo falta imaginación y palabra menos vanidosa, más responsable. Ni la inercia promovida por una máquina ni la de una red ayudan a generar duda y a cuestionar, tampoco a pedir tiempo para pensar mejor las cosas (pág. 229).

A través de sus fracasos disfrazados de triunfos, sus ganas de despegar frustradas, y sus sueños suspendidos una y otra vez, Sibila nos conduce hasta una epifanía laboral y vital propia.

Ilustración a cargo de Pablo Lozano Huidobro.

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