La vida de los árboles
se mide por los anillos de sus troncos:
los de más tenue trazo, como nombres de mares
subterráneos,
liman los equinocios; en los nimbos oscuros
cicatrizan los soles de diciembre.
Las mujeres y hombres nacemos porque existen las higueras.
Sabemos del amor
gracias a los manzanos.
Nos parecemos mucho más a los cerezos y los sauces
que a ciertos ejemplares políticos
de nuestra propia especie.
Amar
debiera ser dar sombra a quien nos toque sin hambre de ebanista,
nos cuente los satélites sin derramar serrín.
Aquel que sólo poda lo preciso
para que silbe
el aire.
Ilustración de Elena Quintana Veci.