Algunos días merecen delimitarse
por el conocimiento de desfallecer;
a pesar de haber sido una estación perecedera
la que nos mostró que lo invisible borra
toda faz o línea de nuestro horizonte.
Estábamos ciegos y mirábamos atentos
a la luna y el fuego,
como si un destello duplicase nuestra palabra,
y cada caída
nos permitiese continuar viviendo desde la ceniza que se esparce.
Muchos bajaron a la parte de abajo
y sus pasos resonaban a través la escalera;
otros supieron
que ha sido el día después de arrojar destellos
y que esta noche podrían volver a reconocer la luz que se esconde.
Cada punto era una efigie
que consistía en reinventar los cuerpos
con las demás aves rapaces,
escuchar los silbidos del aire,
ver el parpadeo rojo de los molinos de viento.
Después vino la despedida,
y poco a poco
el reconocimiento del lugar habitado
como una casa figurada al otro lado del arroyo
por el que nuestro paso se esconde.
Poema de Alejandro Rebollo Roldán.
Ilustración de SAO. Para ver más de su producción, pueden visitarse sus blogs: Trasuntos gráficos (http://copygrafias.wordpress.com/) y Aburrimientos (http://santatorpeza.wordpress.com/).
[…] Ilustración de un poema de Alejandro Rebollo Roldán para la revista Amberes […]