Lisboa| Foto: CORBIS

Pessoa, eterno viajero

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Revista Amberes dedica su segundo ESPECIAL al escritor portugués Fernando Pessoa (1888-1935). Sin vocación de exhaustividad, se pretende realizar una presentación de algunos de los elementos claves de la obra de un autor poliédrico e inclasificable.

Fernando Pessoa es reconocido, entre otros méritos, por la creación de heterónimos, personajes con vida propia e independiente del creador, que desarrollan su propia obra a partir de psicologías, creencias, filosofías y experiencias particulares. Este será uno de los hilos conductores del Especial, al que se sumarán otras cuestiones, tales como la influencia en otros autores contemporáneos o la presencia en otras manifestaciones artísticas.

Bajo estas líneas se irán publicando los contenidos preparados para rendir homenaje a un autor fundamental, no sólo de las letras portuguesas, sino de la literatura universal.

«La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos» .

Libro del desasosiego, Fernando Pessoa.


El viaje marca la vida y obra del escritor portugués Fernando Pessoa (1888-1935). Huérfano de padre con tan sólo cinco años e inmigrante en África desde los siete, su temprana vida en el exilio le obliga a reconstruir continuamente su propio mundo.

Pessoa no es, sin embargo, un viajero en el sentido estricto de la palabra. Ni su vida ni las historias que narran sus heterónimos transcurren por lo general entre puertos, estaciones o carreteras, ya que estas representan un viaje más físico que psíquico o espiritual.

El viaje físico se resume para Pessoa en dos estancias: la primera comienza en 1895, cuando su madre se casa por poderes y en segundas nupcias con el cónsul de Portugal en Durban. La familia se traslada entonces a la ciudad sudafricana, donde Pessoa pasará la mayor parte de su juventud, recibiendo una educación británica, entrando en contacto con algunos de los principales iconos de la literatura inglesa a través de la lectura y destacando por su rendimiento académico.

La segunda estancia se inicia en 1905, cuando regresa solo y de forma definitiva a su Lisboa natal. Tres años después empieza a trabajar como traductor de correspondencia comercial, profesión que ejercerá durante toda su vida. Al mismo tiempo, colabora con varias revistas y desarrolla una extraordinaria producción poética y literaria que no verá la luz hasta mucho después de su muerte.

Durban | Foto: Wikimedia Commons
Durban (Sudáfrica), 1900 | Foto: Wikimedia Commons

El viaje que más cultivará Fernando Pessoa a lo largo de su vida y obra es el psíquico o espiritual. Las alusiones a este tipo de viaje son una constante en el Libro del desasosiego, una infinita sucesión de apuntes espirituales que está considerada como su obra maestra en prosa.

A través del heterónimo de Bernardo Soares, en un libro sin estructura determinada ni unidad temática, Pessoa desarrolla una profunda reflexión en torno a su propia identidad. En sus fragmentos, viaja constantemente entre el presente y el pasado, evocando momentos de su infancia o de su juventud, trasladándose a escenarios y situaciones que lo alejan por un momento de su realidad cotidiana y lo devuelven a la felicidad que disfrutó en aquellos tiempos despreocupados.

El temprano exilio en Sudáfrica acentúa la conciencia solitaria y escéptica del escritor y lo convierte en un apátrida, «extranjero aquí y en todas partes». La falsa patria se vuelve más real que la verdadera,  experimentando una sensación de desencuentro cuando regresa a Lisboa definitivamente, reflejada en su poema Lisboa revisitada:

¡Oh cielo azul -el mismo de mi infancia-
Eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh suave Tajo ancestral y mudo,
Pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh angustia revisitada, Lisboa de otrora de hoy!
Nada me das, nada me quitas, nada eres que yo me sienta.

¡Déjenme en paz! No tardo, que yo nunca me tardo…
Y en tanto tarda el Abismo y el Silencio ¡Quiero estar solo!

Transeúnte de su propia alma, Pessoa busca de alguna forma dar sentido a su vida y aliviar la angustia de tener que sostener su propia existencia, refugiándose para ello en un inagotable proceso de escritura que desprecia las aspiraciones terrenales y reivindica la abstracción y el sueño como el auténtico espacio de desarrollo para el hombre: «Nunca he hecho más que soñar. Ése ha sido y sigue siendo, incluso, el sentido de mi vida. Nunca he tenido otra preocupación que no fuese mi vida interior». [Libro del desasosiego, fragmento 178]

Fragmento a fragmento, entre la nostalgia por la infancia, la preocupación por el presente y la divagación sobre la muerte, Pessoa traza el mapa de un mundo interior que nunca deja de expandirse, la enigmática e interminable guía de un eterno viajero.

Foto: CORBIS
Lisboa | Foto: CORBIS

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