Pupila de ceniza en su regazo una hilera de agujas urge un bosque la mano repara los vocablos: el desgarro de infancia las grietas de familia a tasa de carencia
De tanto pacer cómodamente en la pradera, de tanto asumir gustosamente las herraduras, los pegasos han olvidado cómo volar. *** Hay que comerse el mundo a dentelladas Hay que comerse
Estamos enamorados en otro planeta. Jugando con niños que nacieron tres veces, cogiendo escarabajos rellenos de libros al amparo de sombras madera. Estamos tirando paredes metal para ver hermanos cubiertos
Estoy en el territorio amplio donde no existimos. Brotan vástagos incorregibles de la llanura del olmo, los pies mordidos por su silencio. Sus criaturas en sombra cantan sin nombre de
Aprender de un idioma su sensación de desastre gramatical la tensa sombra de lo que por decir nunca será dicho la miseria de quien no tiene en su lengua
Tengo un animal dentro, dijo. Es tan fácil decir estas cosas que olvidamos la forma insistente con la que el aire cruza nuestras fronteras tal vez la fruta sepa identificar
Los derrotados visten trajes de la nada. ¿Son Un signo absurdo ahora? ¿Se congeló la utopía en sus cabezas? Se los ve en cafés afligidos, molestan, hablan con un fulgor
Tú y yo nos quitamos la ropa. En el tocadiscos, Diego Vasallo raspa palabras de Roger Wolfe; al mismo tiempo, en la ciudad agoniza el verano: los gatos, con flexura