Pocas épocas habrán aglutinado tantos enemigos para el profesor comprendido como acompañante y guía de los jóvenes.
Leer más«Este mar, que había de reencontrar en tantas riberas, bañaba en Brest el extremo de la península armoricana; tras este cabo avanzado ya sólo
Tú eres yo, o yo soy tú. Depende desde que lado del Atlántico mires. En un pasado lejano, o en un futuro incierto, tú y yo nos encontraremos. Seremos uno.
ERAN CÁLIDAS, brillantes, las noches de verano en la ciudad de mi infancia, que el resto del año dormitaba serenamente senil, indiferente, mecida por un mar de gris hastío y
El perro ladraba enfurecido. Los trabajadores del rancho San Juan escucharon el estrépito repiquetear de la grava cuando las llantas giraron en la entrada. Don Gabino se atusaba el bigote
En el horizonte se divisa ya tierra. Es de noche, y el agua salpica al chocar contra los tablones de la barca. Ha sido un viaje largo, pero llegamos puntuales
A principios de los años sesenta, un Huxley entrado en años predestinó un mundo sumido en una “dictadura sin lágrimas” en el que las personas amarían su condición de esclavos
La amada abolida frente a un fregadero sucio, la amada abolida disfrazada de guerrillera kurda, la amada abolida rodeada de estalactitas que crecen más rápido que sus uñas, sitiada
«Por eso te he repetido en más de una ocasión que el amor por la palabra implica la fascinación por el silencio.» Abate Dinouart, El arte de callar Callar