Cuando los hechos cambian

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Cuando en 2008 fue diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), también conocida como la enfermedad de Lou Gehrig, el prestigioso historiador británico Tony Judt (1948-2010) se refugió en su propia memoria: sus recuerdos, experiencias, ideas, fantasías…

A diferencia de otras enfermedades de carácter degenerativo, la ELA afecta fundamentalmente al sistema motor mientras que otras funciones superiores como la sensibilidad o la inteligencia se mantienen incluso en las fases más avanzadas del trastorno, añadiendo aún más dramatismo a una situación tan incómoda desde el punto de vista físico como insoportable en lo psicológico.

En estas condiciones, Judt recordaba hechos, personas o historias que debían ser lo suficientemente interesantes como para desviar la atención de su sufrimiento durante el día y lo suficientemente aburridas para ayudarle a conciliar el sueño por la noche: “La mejor forma de sobrevivir a la noche sería tratarla como al día”. Sin embargo, “una pérdida es una pérdida y no se gana nada con un nombre más bonito. Mis noches son interesantes; pero podría vivir muy bien sin ellas” aseguraba en la primera de una serie de reflexiones publicadas por The New York Review of Books en 2010, meses antes de su muerte.

Tony Judt, en la fase final de la enfermedad, posa (de izqda a dcha) junto a su hijo Daniel, su mujer Jennifer Homans, su antiguo alumno Saul Goldberg y su hijo Nicholas. | Foto: Saul Goldberg
Tony Judt, en la fase final de su enfermedad, posa (de izquierda a derecha) junto a su hijo Daniel, su mujer Jennifer Homans, su antiguo alumno Saul Goldberg y su hijo Nicholas. | Foto: Saul Goldberg

Cuando los hechos cambian (Taurus, 2015) reúne 28 artículos de Tony Judt seleccionados por Jennifer Homans, historiadora y viuda de Judt, y publicados entre 1995 y 2011 fundamentalmente por The New York Review of Books, medio del que fue colaborador habitual. Se trata de una recopilación de artículos pero también de obsesiones, ya que están presentes todos los temas que marcan la trayectoria del que está considerado como el último gran intelectual independiente de nuestro tiempo.

En cualquier caso, como Homans advierte en la introducción, estamos ante un libro de ideas, ordenadas de forma temática y cronológica: “(Tony) creía que la auténtica tarea no era la de decir lo que algo no era sino lo que era, exponer un relato convincente y escrito con claridad a partir de la evidencia disponible, y hacerlo con un ojo puesto en lo que es bueno y justo”.

De esta forma, los artículos se organizan en cinco apartados principales, que abordan el desencanto de Occidente tras el final de la Guerra Fría, el impacto del 11-S en el orden mundial, la inagotable crisis en Oriente Próximo o la decadencia de la república estadounidense, entre otros asuntos clave en la historia reciente.

Israel ocupa un lugar central en sus escritos. Judt nació en el seno de una familia de judíos laicos y socialistas, y formó parte del movimiento sionista durante su juventud, llegando a servir como voluntario en la Guerra de los Seis Días (1967). No obstante, sus opiniones políticas fueron evolucionando hacia posturas socialdemócratas, siendo profundamente crítico con la política llevada a cabo por el Estado judío y reconociendo asimismo la existencia del lobby israelí o el uso victimista del Holocausto. Su propuesta de creación de un Estado binacional para árabes y judíos, así como la responsabilidad de Estados Unidos en la solución al conflicto con Palestina, planteada en La Alternativa (2003) le granjeó duras críticas pero puso de manifiesto su voluntad de aportar una salida pragmática, con la coexistencia pacífica y el entendimiento como premisas fundamentales.

El rechazo al imperialismo y la militarización de Estados Unidos iniciada por la administración Bush tras el 11-S, es otro de los temas predominantes en sus artículos: “¿Por qué gasta EEUU más en «defensa» que los demás países del mundo juntos?”. Bajo “el consenso del orden y la seguridad”, el Ejecutivo concentra el poder, también el judicial. Todo ello contando con la complicidad de unos medios de comunicación serviles, cómplices en la difusión de noticias falsas sobre las armas de destrucción masiva en Iraq e incapaces de denunciar los abusos cometidos en las cárceles de Guantánamo, Kandahar y Abu Graib.

Judt se mostró muy crítico con la política exterior llevada a cabo por la administración Bush, especialmente tras la invasión de Iraq. | Foto: El Periódico de Cataluña
Judt se mostró muy crítico con la política exterior llevada a cabo por la administración Bush, especialmente tras la invasión de Iraq. | Foto: el Periódico de Cataluña

Y del siglo XX, ¿Qué hemos aprendido, si es que hemos aprendido algo? “El siglo XX está en camino de convertirse en un palacio de la memoria moral: una Cámara de los Horrores históricos de utilidad pedagógica cuyas estaciones se llaman «Munich» o «Pearl Harbor», «Auschwitz»o «Gulag», «Armenia» o «Bosnia » o «Ruanda» con el «11 de septiembre» como una especie de coda excesiva, una sangrienta postdata para aquellos que preferirían olvidar las lecciones del siglo o que nunca las aprendieron como es debido”.

Su preocupación por el mantenimiento del Estado del bienestar sigue siendo, dos décadas después de publicar un artículo sobre el tema, de plena actualidad: “Está claro para la mayoría de los políticos europeos que los costes de mantener el Estado del bienestar en su forma de la postguerra no pueden soportarse indefinidamente. La dificultad yace en saber a quién disgustar primero, si al menguante número de contribuyentes o al creciente número de involuntarios beneficiarios”.

Finalmente, reivindica el tren como el medio de transporte más ecológico y justo socialmente y defiende la socialdemocracia como la mejor de las opciones disponibles hoy, no exenta de crítica: “Los socialdemócratas no van a llegar muy lejos proponiendo encomiables objetivos sociales que, según reconocen ellos mismos, son más caros que las alternativas. Tenemos que reconsiderar la forma en que evaluamos todos los costes: tanto sociales como económicos”.

Tony Judt se consideraba a sí mismo profesor, escritor e historiador, por ese orden. Su capacidad para sintetizar la historia de Occidente tras el final de la Guerra Fría, la lucidez de sus análisis políticos, su compromiso con los hechos, su certera y mordaz observación de la realidad y, lo que hace su trabajo más meritorio aún, el uso de un lenguaje accesible y directo, lo convierten en una figura imprescindible para conocer y comprender nuestra historia reciente. Cuando los hechos cambian constituye una clara muestra de que su legado sigue más vivo y actual que nunca.

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Foto: John R. Rifkin

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