Descifrando ‘Canino’, de Yorgos Lanthimos

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-¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!

-Iguales que nosotros -dije-, porque, en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?

-¿Cómo -dijo- si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?

República, Platón

Canino (Κυνόδοντας) es una película del año 2009 dirigida por el cineasta griego Yorgos Lanthimos. El filme nos acerca a las vivencias de una familia cuya estructura y normas de convivencia no se ajustan a ningún modelo convencional. El presente análisis -uno de los muchos posibles- es el producto de un examen temático exhaustivo de una película única cuyo realizador quiso hacer «divertida, violenta y trágica a la vez».

ANTECEDENTES

Un matrimonio de mediana edad vive en una solitaria mansión con sus tres hijos adultos, los tres sin nombre. En este espacio, la pareja somete a sus descendientes a los rigores de una educación al margen de la sociedad, preservando la ignorancia de sus vástagos acerca de cuanto acontece más allá de los límites de su finca, oportunamente cercada por unos muros cuya altura es insalvable para los jóvenes. Hasta donde saben, no es seguro transitar por el exterior si no es a bordo del coche familiar, que sólo conduce el padre, el único que abandona la casa en algún momento. Así será hasta que se cumpla una condición: que pierdan uno de sus caninos y éste se vea sustituido por otro.

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Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) | Boo Productions

EDUCACIÓN

La vida cotidiana en el hogar discurre conforme a un conjunto de reglas establecidas por los padres en un esquema de poder construido de arriba a abajo. Esta superioridad se sustenta en la edad, el conocimiento y las posibilidades económicas con respecto a los hijos, dependientes de sus padres en materia de educación y bienestar material. El hombre acude a trabajar todas las mañanas con su coche a un complejo industrial en donde parece desempeñar tareas de gestión, además de proveer de alimentos a su familia, así como de otros productos adquiridos en el exterior. Durante su ausencia, la esposa permanece en el hogar instruyendo a sus hijos por medio de una serie de ejercicios que los obligan a competir entre sí. En lo fundamental, se trata de actividades tan singulares como orientarse con los ojos vendados o contener la respiración bajo el agua de la piscina, aunque también están presentes desafíos de carácter intelectual, como problemas de geometría. La competencia es incentivada a través de una serie de adhesivos, cada uno de los cuales representa un punto. A modo de recompensa, aquél que más adhesivos posee (y, en consecuencia, más puntos), accede a algún tipo de privilegio, como escoger el entretenimiento para esa noche. El hijo mayor, que aventaja a sus hermanas en la clasificación, opta por el visionado de un vídeo casero tantas veces reproducido que la hermana menor sabe todas sus frases de memoria.

De este modo, marido y mujer se convierten en fuente de toda verdad y conocimiento, un fenómeno observable a lo largo de todo el largometraje. Un buen exponente de ello es el modo en que la madre educa a sus hijos en el significado de las palabras, que en muchos casos es alterado con aparente arbitrariedad: así pues, «autopista» se convierte en un «viento muy fuerte», mientras que el sustantivo «coño» pasa a hacer alusión a una «gran lámpara»; todas estas palabras son empleadas en el contexto de una frase con el propósito de inculcarles los significados que les han sido concedidos por sus progenitores. Sus hijos carecen de un motivo para desconfiar de los responsables de su aprendizaje y subsistencia, a quienes respetan como figuras de autoridad. Por otro lado, cuando el padre propone escuchar al abuelo, no hace sino reproducir en el tocadiscos una canción interpretada por Frank Sinatra, la popular Fly Me to the Moon; dado que sus hijos no dominan la lengua del artista, el padre adecúa la letra a sus intereses, haciendo de sus versos un conjunto de consignas con las que exaltar el amor familiar e insistir en el valor del esfuerzo individual, un ejercicio de propaganda de alcance doméstico.

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Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) | Boo Productions

MIEDO Y ESPERANZA

Pero para mantener este régimen de aislamiento no basta con levantar barreras físicas, un hecho al que los amos de la casa no permanecen ajenos: los jóvenes tenían otro hermano que logró evadirse en el pasado, y sus hermanos dirigen su voz hacia el exterior con frecuencia con la esperanza de que comunicarse con él, ya sea para hacerle reproches o proporcionarle comida. Esta amenaza es atajada con ocasión de la aparición de un gato en el jardín, un ser que los hijos del matrimonio desconocen. Sus progenitores acuerdan hacer del gato un obstáculo que los disuada de intentar salir al exterior. Aquél es descrito como un feroz animal que se alimenta de carne humana responsable de la muerte del hermano desaparecido.

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Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) | Boo Productions

Pero el acecho del felino no es el único peligro que acosa las vidas de los jóvenes. Más tarde, el matrimonio comunica a sus hijos que la mujer espera dar a luz a dos hijos y un perro. La razón por lo que esta circunstancia comporta un riesgo para los hijos es que éstos podrían verse obligados a compartir su habitación con los recién llegados, de modo que son estimulados con la promesa de que si su rendimiento en los ejercicios es lo bastante satisfactorio, la madre no dará a luz a los niños, si bien les advierte del inminente alumbramiento del perro que, irónicamente, está siendo adiestrado extramuros desde hace días.

Cualquier atentado contra la disciplina imperante es abordado con castigos de distinta índole, desde los basados en la fuerza bruta hasta otros más refinados. Los castigos cumplen con un rol de refuerzo negativo de la conducta frente a los adhesivos y recompensas en los que se traducen, que ejercen como un refuerzo positivo.

Paralelamente, el padre juega una baza complementaria a la del miedo: la esperanza. Los hijos han sido exitosamente adoctrinados a este respecto. Creen que no estarán capacitados para enfrentar los peligros del mundo exterior sin antes haber perdido uno de sus caninos y que éste haya sido sustituido por uno nuevo. Sólo entonces podrán aprender a conducir el coche, único medio de transporte capaz de protegerlos más allá de las fronteras de su hogar. Se trata de una esperanza vana, un método eficaz con el que mantener a los jóvenes bajo sumisión de los padres pues, como ya afirmara el esquivo novelista B. Traven, «la esperanza de los esclavos es el poder de los señores». Nos hallamos ante la que posiblemente sea la forma más sutil de opresión, la que en apariencia se expresa en términos de benevolencia para con los oprimidos, que ignoran el alcance de su subordinación hacia quienes los rigen.

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Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) | Boo Productions

INFLUENCIAS EXTERNAS

Pese a todas la precauciones tomadas, este retorcido sistema presenta una brecha con nombre propio: Christina. Christina es guardia de seguridad en la fábrica en donde trabaja el padre de los jóvenes, que la contrata con el objeto de que satisfaga las necesidades sexuales del hijo, con quien mantiene relaciones desprovistas de toda señal de afecto entre los implicados. Pero Christina goza también de un cierto margen de libertad para moverse por la casa, un privilegio que posibilita su interacción con los distintos miembros de la familia una vez ha finalizado su labor. Ello no es óbice para que durante el trayecto de ida y vuelta, que realiza a bordo del coche del padre, viaje con los ojos cubiertos por un antifaz impide que conozca la ubicación exacta de la casa.

En una de sus visitas, Christina comienza a conversar con la hija mayor. A lo largo de tres escenas en las que ambas comparten intimidad, se nos hace ver dos cosas: primero, el elevado valor concedido a objetos cotidianos como unos calcetines, que son susceptibles de transformarse en objeto de intercambio debido a la austeridad imperante en la casa; y segundo, que dicho intercambio puede ser tanto de bienes como de servicios. Christina saca tajada de esta situación e intercambia unas cintas de vídeo -largometrajes entre los que se cuentan Tiburón o Rocky- por sexo oral. La hija mayor obtiene así un escaparate al mundo exterior, al que se asoma por las noches, cuando sus padres y sus hermanos duermen. La chica comienza a imitar actitudes, diálogos y acciones propias de las películas que no ha podido conocer por el cauce habitual de sus progenitores. La fuente de sus comportamientos es descubierta finalmente por el padre, que administra el correspondiente correctivo golpeando a su hija con las cintas de vídeo en cuestión, que quedan inservibles.

Pero este castigo no queda restringido a su hija, sino que lo hace extensible a quien juzga responsable de esta irregularidad. El hombre visita a Christina en su domicilio para mantener lo que en un primer momento parece una charla cordial cuando, sin previo aviso, la golpea con su reproductor de vídeo hasta hacerla caer al suelo. El padre protagoniza entonces la que posiblemente sea la intervención más reveladora de la película al enunciar: «Ojalá que tus hijos reciban los peores estímulos y se vuelvan malos. Lo deseo con todo mi corazón. Que ése sea tu castigo por todo el mal que le has hecho a mi familia». De ello podemos inferir que existe un sincero deseo por parte del padre -no exento de cariño- de hacer «buenos» a sus hijos, aunque desconocemos el concepto de Bien que tiene en mente y que constituye el eje de la vida familiar. Esta noción de Bien puede encontrarse relacionada de algún modo con la creatividad, pues no cesa de alentar a sus hijos a desarrollar su talento para la pintura, la música o la danza. En adelante, el padre prescinde de los servicios de Christina y da a elegir a su hijo entre sus dos hermanas para reemplazarla: para ninguno de los tres existe el tabú del incesto.

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Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) | Boo Productions

De nada importan los esfuerzos que el matrimonio ponga en marcha a partir de este episodio trascendental: se ha abierto una brecha. La hija mayor, a raíz de los cambios experimentados tras sus visionados nocturnos, decide deshacerse de uno de sus caninos golpeándolo con una mancuerna frente al espejo del baño. Empapada en sangre, se encamina hacia el coche y se introduce en el maletero. La búsqueda por parte de la familia no arrojará resultado. Al día siguiente, el padre acude a su lugar de trabajo como si de un día normal se tratara y aparca su coche en el exterior de la fábrica, a cielo abierto. Su hija mayor aguarda en la parte trasera.

2 Comentarios

  1. Has visto «El castillo de la pureza» de Arturo Ripstein?. Pues échale un ojo que vas a flipar.

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