El dilema de la música clásica

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Definir un concepto tan aparentemente sencillo y diáfano como música clásica puede resultar en la práctica un auténtico calvario. Es cierto que, en principio, cualquiera que haya ido a la escuela o tenga algún contacto con medios de comunicación debería capaz de etiquetar una música como clásica con solo escuchar un pequeño fragmento, incluso nombrar a algún célebre compositor. Aun y así, si preguntáramos a alguien de la calle al azar «¿Qué es la música clásica?» probablemente sería incapaz de dar una definición lo más mínimamente exhaustiva –o lógica- que pudiera ayudar a discriminar entre géneros a un supuesto oyente no experimentado.

Si echamos un vistazo a la democrática enciclopedia Wikipedia podemos encontrar una definición que, lejos de ser una respuesta de confianza, satisfactoria y realista, es muy práctica para comprender nuestra confusión y rastrear la semilla de la discordia. Un pequeño fragmento en concreto que me resulta delicioso afirma que la música clásica

«abarca un período de tiempo que va aproximadamente del siglo XI a la actualidad, aunque esta definición no es aplicable a la música realizada en nuestro siglo a pesar de presentar las mismas características, aunque las principales características del género fueron codificadas principalmente entre 1550 y 1900, que es habitualmente considerado como el período característico de producción de la música clásica»

Sólo con ver esta joya, representativa en cuanto al pensamiento general que se tiene sobre la música clásica, resulta comprensible la confusión. A parte de la extraña redacción, el texto está lleno de contradicciones y vaguedades fruto de una realidad nunca esclarecida en la enseñanza musical. Se habla de estudiar música clásica cuando analizas e interpretas a grandes compositores del barroco al romanticismo, pero luego resulta que la música clásica o clasicismo es uno de los períodos de este gran género musical que es la música clásica también. Lo normal es hacerse un lío.

Si achacamos la culpa a la falta de seriedad de la enciclopedia libre y reanudamos la búsqueda en documentos de mayor confianza seguiremos encontrando definiciones que no abarcan el concepto real de música clásica. En el diccionario de la Real Academia Española o el diccionario en línea Word Reference encontramos definiciones de música muy delimitadas por nuestros gustos particulares u occidentales que descartan del concepto cualquier sonido que no sea grato (¿para quién?), que no sea en concierto con instrumentos o voces y que no se caracterice por una variación de melodías, ritmo y armonía combinados. Estamos hablando de descartar la cultura musical de medio planeta. Incluyen estos diccionarios también el concepto colección de papeles en que está escrita la música como si fuera propiamente música.

Antes de pasar a las definiciones que tendríamos que haber buscado de entrada, las que nos pueden dar los musicólogos que llevan intensos años en esta empresa, quisiera hablar de las definiciones que nos dan estos mismos diccionarios acerca del concepto clásico con el fin de también comprender así todos los prejuicios, positivos y negativos, que tenemos hacia la música clásica. A parte de poder confundirnos con períodos de tiempo muy alejados de los que comprendíamos en la música clásica –hablando de la antigüedad griega y romana- y de la imitación de tales períodos –cosa que en la música europea no sucedió- nos habla de plenitud, de un modelo digno de ser imitado, de reglas establecidas, de tradición culta. No quedando así satisfechos, alguna de las definiciones añade que eso conlleva una oposición a la música ligera –que alguien me defina música ligera, por favor- o moderna.

Lorin Maazel 2003
Lorin Maazel. Fuente: Wikicommons.

Visto así, no es casual que pensando en música clásica a uno también le vengan en mente palabras como tradición, normas, modelos… en definitiva, la élite que forma el canon de música suprema. ¿Es entonces la música clásica toda aquella que pase a formar parte de la historia a la par que se oponga a la música moderna o ligera? ¿Qué hay, por ejemplo, de la música ligera o moderna que pasa a formar parte de la historia?

Para responder a la segunda cuestión, tan sólo debemos echar un vistazo a los manuales de música serios y aceptados por las instituciones y academias. Hay una magnífica obra de referencia para cualquier estudiante de música o profesional que se llama Atlas de Música, de Alianza Editorial (1977). Se presenta a sí misma así:

El fenómeno musical es tratado en este ATLAS DE MÚSCA de forma eminentemente didáctica […]. Este primer volumen abarca la totalidad de la parte sistemática, organografía, teoría, géneros y formas, y la historia de la música desde los orígenes al Renacimiento. Completa la obra un segundo volumen, dedicado a la historia de la música desde el Barroco hasta nuestros días. (Deutscher Tschenbuch Verlag GmbH & CO, 1977).

Resulta más alarmante en este caso la supuesta globalización musical, puesto que se trata de un libro especializado y no de un diccionario genérico para todos los públicos. Tanto este libro como muchos otros manuales escolares y especializados que siguen vigentes hablan de la historia de la música mediante una tradición musical muy concreta, la que habitualmente llamamos música clásica, lo que nos revela hasta qué punto somos elitistas y etnocentristas.

Por suerte nuestra sociedad cambia poquito a poco y con ella nuestra percepción del mundo que nos rodea. No son pocos los musicólogos, etnomusicólogos y antropólogos que abogan desde hace años por una visión más holística de la música, por lo que dejan de tratar a la supuesta música culta Europea occidental o clásica como un ente de referencia para todo lo demás. Autores como Josep Martí, John Blacking o Nicholas Cook ya hablaban de la nueva visión de la música desde la segunda mitad del siglo pasado. Concretamente, el último de los tres autores citados nos da una de las más directas definiciones, o más bien explicaciones del porqué de su nombre y posición que le hemos otorgado, para este concepto tan difuso que es la música clásica:

Lo que los músicos clásicos llaman «el repertorio» (o «el canon») es, en realidad, la música que se seleccionó para ser incluida en el museo musical[1]. Desde la época de Beethoven, la expectativa normal ha sido que la gran música seguiría interpretándose mucho después de la muerte del compositor; eso es en buena medida lo que significa «gran». Pero anteriormente esto era absolutamente la excepción. Incluso la música de Bach quedó al margen de la interpretación durante prácticamente un siglo y fue necesario revivirla […]. Y según fue naciendo el museo musical, según dejaron de envejecer las obras musicales y el tiempo musical empezó a detenerse, el término «música clásica» pasó a utilizarse de modo habitual. Este término, que se tomo prestado del arte «clásico» de Grecia y Roma, que se consideraba como la expresión de unos patrones universales de belleza, implicaba que habían empezado a aplicarse a la música unos patrones similares y era conforme a éstos como debía juzgarse la producción nacida en cualesquiera otras épocas y países.

COOK, Nicholas (1998): De Madonna al canto gregoriano; una muy breve introducción a la música, Oxford: Alianza Editorial

Resulta que la música clásica no hace referencia a un estilo de música ni tendencia per se, sino a una intención dogmática. Para que una obra musical sea clásica debe ser aceptada como tal, por lo que hablamos de un concepto totalmente subjetivo. Entonces, ¿quién decide qué entra en la música clásica y qué no? La respuesta es clara; las academias musicales e instituciones oficiales, las cuales desde luego no representan el pensamiento más actualizado, suelen ser precisamente sedes del conservadurismo, pero gozan de un estatus superior por su nivel académico, nuevamente otorgado por la misma academia. Es un círculo sin fin, basado en la teoría de la esclavitud aristotélica, que de alguna manera trata de menospreciar una parte de la música para que la otra pueda verse superior.

Ara Malikian donostialdia.com
Ara Malikian. Fuente: www.donostialdia.com

Al final del artículo no hemos conseguido definir con precisión qué es la música clásica o qué hace que la música clásica sea música clásica en claves estéticas, pero sí hemos podido avistar su patrón social. No hay una música que estéticamente sea clásica de por sí, puesto que hay muchas obras musicales consideradas como clásicas que precisamente rompieron las normas de sus predecesores culturales y maestros, pero el tiempo y las instituciones las han declarado dentro del concepto clásico por su supuesta importancia y relevancia en la academia. Así pues, no es nada más ni nada menos que un concepto que, en mi opinión, deberíamos o bien reinventar, o bien eliminar de nuestro vocabulario, porque con él estamos respaldando una actitud elitista de la música cuya acción se apoya en vejar otras músicas para tener un estatus superior, y eso hoy en día no sólo no beneficia a las músicas no clásicas, sino a la propia clásica.

Volviendo al supuesto del inicio del texto, donde preguntábamos a alguien al azar si sabía qué era la música clásica, podríamos reformular la pregunta; «¿Te gusta la música clásica?». Si es joven y no la ha escuchado nunca con atención o no le ha sido presentada desde un punto de vista inusualmente entusiasta, lo más probable es que tenga el prejuicio que la propia academia ha creado; que es demasiado complicada, que hay que estudiar mucho para comprenderla, que está por encima de la gente “normal”. La gente que tiene música clásica en su reproductor mp3 es snob o elitista, por lo que crea un rechazo previo que a la larga puede hacer estragos sobre la música clásica. El querer convertir este repertorio musical en algo superior hará que, con el tiempo, se limite a ser el sonido que acompaña los trayectos de ascensor o la publicidad.

[1] Cuando habla de museo musical, hace referencia a una supuesta colección abstracta, como si de un museo se tratara, donde quedan eternamente expuestas algunas obras musicales y sus compositores. Es un concepto nacido en la Europa colonialista del siglo XIX, por lo que no es extraño relacionarlo con el fenómeno de las galerías privadas de arte y objetos cotidianos de sus colonias, descontextualizados de su procedencia y traídos a la civilización con finalidades didácticas, estéticas y potenciando así la visión de superioridad europea frente al mundo exótico que los rodeaba.

Foto cabecera: Filarmónica de Londres en México. Francisco Segura May. Fuente: http://www.cultura.gob.mx/

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