‘El juego del calamar’, la gamificación de la existencia

En 2019 un grupo de presidiarios son extraídos de sus celdas y puestos a jugar en un concurso macabro cuyo premio era su libertad. Deben huir, correr por sus vidas, nos estamos refiriendo a Perseguido, de Paul Michael Glaser. El gobierno japonés frente a una gran crisis social, idea un concurso de entretenimiento en prime time donde una clase de secundaria es abandonada en una isla en espera de que la lucha por la superviviencia haga el espectáculo, el film es Battle Royale de Kinji Fukasaku. Doce personas se despiertan en un bosque, encuentran una caja con armas y comienza una siniestra cacería humana. La caza del pobre, nuevo hobby para ricos, estamos hablando de The Hunt de Craig Zobel.. Todos estos contenidos pertenecen al género del survival horror, espectáculos violentos que sirven de diversión a terceros, terceros de una clase social superior y con una sociedad desigual por escenario.

Los artefactos culturales hunden sus raíces en las condiciones materiales de vida y en las relaciones humanas, pero también hacen algo más, marcan tendencias y marcos explicativos. De ahí que El juego del calamar con gran éxito a nivel mundial refleja no solamente dinámicas económicas y sociales de Corea del Sur, sino que también puede marcar una visión del mundo, una mímesis velada. Algunos análisis abordan lo que refleja esta serie, sin embargo parece más interesante ver la tendencia que marca, la posible mímesis que invita a continuar.

Aristóteles afirmaba en la Poética, “el hombre es un animal mimético”, para él buena parte del aprendizaje es la imitación de lo visto. De ahí que los juegos del calamar sean fuente de imitación, se venden chándales, disfraces, los niños juegan a los juegos etc…no es mero reflejo, es una praxis social y cultural en expansión, camina sobre lo ya caminado y hace surco. Toda esta problemática la abordaremos valiéndonos del concepto de realismo capitalista de Mark Fisher.

Realismo capitalista. ¡No hay alternativa!

A finales de los 80 Margaret Thatcher elucubra uno de sus más emblemáticos eslóganes, “there is no alternative!”, “no hay alternativa”. Eslogan que a fuerza de imposición y repetición termina siendo una verdad revelada, no hay alternativa a la sociedad de mercado y a sus exigencias. El marco neoliberal se construye no solamente en base a las medidas económicas o sociales, se establece también a partir de la ocupación de lo simbólico. Es decir, el registro de lo simbólico está colonizado por el neoliberalismo, todo se resuelve desde la perspectiva de los negocios, todo debe repetir el esquema de la empresa, gestionamos emociones, competimos, evaluamos y buscar su viabilidad económica. Lo simbólico crea una concepción de “lo real”, el realismo capitalista.

“El realismo capitalista tal como lo entiendo no puede limitarse al arte ni a la forma cuasi-propagandística en la que funciona la publicidad. Es más como una atmósfera generalizada, condicionando no sólo la producción de la cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación, actuando como una especie de barrera invisible que limita el pensamiento y la acción”
Mark Fisher, Realismo capitalista

Para Fisher existe «la sensación generalizada de que no solo el capitalismo es el único sistema político y económico viable, sino también que ahora es imposible incluso imaginar una alternativa coherente a él». El capitalismo se basa en nuestro repudio hacia el mismo, repudio pero sin alternativa, ni posible, ni imaginable, el capitalismo arroja una sociedad desigual y una muerte del tejido social, pero cualquier alternativa es peor. La ocupación de lo simbólico da por resultado la incapacidad de imaginar alternativa alguna, al no poder imaginar nada nuevo, el futuro se muere, todo se vuelve pastiche, repetición modificada de lo anterior lista para el consumo. Algo parecido nos contaba Charles Dickens en Tiempos difíciles.

«- ¡Ay, ay, ay! -exclamó el caballero, muy ufano de que las cosas hubiesen rodado hasta el punto que a él le interesaba-. ¡Nunca debes imaginarte nada! De eso precisamente se trata. No debes dejarte llevar de la imaginación.
– Cecilia Jupe, jamás debes hacerlo – insistió solemnemente Tomás Gradgrind.
– ¡Lo real, lo real, lo real! -voceó el caballero.
– ¡ Lo real, lo real, lo real ! -repitió Tomás Gradgrind.
– Guíate en todas las circunstancias y gobiérnate por lo real. No está lejano el día en que tengamos un cuerpo de gobernantes imbuidos de realismo y ese Gobierno estará integrado por jefes de negociado, realistas, que obligarán a las gentes a vivir de acuerdo con la realidad y descartando cuanto no sea realidad. Tenéis que suprimir por completo la palabra imaginación. La imaginación no sirve para nada en la vida. En los objetos de uso o adorno rechazaréis lo que está en oposición con lo real. En la vida real no camináis pisando flores ; pues tampoco caminaréis sobre flores en las alfombras. ¿Habéis visto alguna vez venir a posarse pájaros exóticos y mariposas en vuestros cacharros de porcelana? […]. Echad mano, para todas esas finalidades, de dibujos matemáticos, combinados o modificados, en colores primarios, dibujos matemáticos, susceptibles de ser probados y demostrados. ¡He ahí el nuevo descubrimiento! Eso es realismo. Eso es buen gusto.
La muchacha hizo una genuflexión, y se sentó. Era muy joven, y pareció asustada por aquella perspectiva de realismo que le ofrecía la vida.»

El juego del calamar es un pastiche de Los juegos del hambre, de Perseguido…modifica pero repite lo ya conocido, por eso entendemos al concursante 456 cuando cae en la dinámica deuda-adicción después de ser despedido, del mismo modo que nos identificamos con el jugador 218, un empresario arruinado, convertido en un ser sin escrúpulos. La ocupación por el neoliberalismo de lo simbólico arroja una visión de lo real, la naturalización del capitalismo. Todo esto termina por demacrar lo imaginario, “la imaginación no sirve para nada” decía el personaje de Dickens, para nada que no sea crear riqueza, concursar por el cerdo lleno de dinero.

La mímesis va en el visionado y en el juego, la imitación es el camino largo que prepara la verosimilitud de los escenarios distópicos que muestra la serie de Hwang Dong-hyuk. Por tanto, no es solamente un reflejo de la actualidad, es una advertencia encriptada en una metáfora, un futuro posible vehiculado por una mímesis pacientemente inoculada por el realismo capitalista.

El juego y la distopía

El género distópico ha experimentado un fuerte empuje en los últimos años, la gerencia Trump desencadena un nuevo éxito de ventas de 1984, el movimiento feminista y la propia focalización de los discursos homófobos sobre el mismo es acompañado del éxito de El cuento de la criada de M. Atwood, incluso se hacen exitosas reediciones de La parábola de los talentos de Octavia E. Butler. La utopía es un no-lugar, pero no un no-lugar porque sea imposible, sino porque no sabemos como llegar hasta él. Ahora parece que se esboza una respuesta a este enigma.

Existe un sendero que nos lleva a los juegos y a la supervivencia extrema, sin embargo el sendero precisa un escenario previo donde todo esté en peligro, donde el Estado se muestra inoperante, invadido, donde todo sea inestable y nuestra forma de vida se vuelva algo así como un juego siniestro de “sálvese quien pueda”. El escenario se va dando poco a poco.

La sociedad se está gamificación, la vida es un juego, es una inversión de capital riesgo, arriesgas tu vida para obtener el mayor capital y si pierdes te arruinas, te mueres. Para esto se destruye cualquier concepción del bien que no sea un valor monetario, colonizar lo imaginario, el capitalismo convierte todo lo que toca en mercancía. Parafraseando a Marx podríamos decir que el capitalismo gamificado convierte la sociedad y las relaciones humanas en un juego monetarizado. El juego nos encierra en una dinámica presentista, cortoplacista que nos impide mirar más allá del juego que se nos presenta. Los concursantes están encerrados en un presente continuo, en una cinta de moebius que se actualiza constantemente, no hay salida.

El mundo de los videojuegos y su relación con el realismo capitalista no es un factor menor. Los videojuegos son tomados en muchas ocasiones como artefactos culturales menores, poco importantes, sin embargo teniendo en cuenta su éxito comercial y presencia en el ocio cotidiano no los podemos dejar de lado en este análisis. Existe una cantidad considerable de juegos de supervivencia en los escenarios distópicos que hemos referido anteriormente, el modelo de consumidor medio de este producto es prácticamente el mismo que el de El juego del calamar, no es azaroso, sino que forman parte de la misma tendencia, una mimesis que pasa de ser pasiva en su momento de recepción a la espera de su aplicación, a ser aún más potente al establecer una praxis ya desde la propia jugabilidad del game.

Contradicciones y últimos retos

Los videojuegos y la propia serie coreana nos muestran pruebas finales donde pones en juego toda la partida, pues bien parece ser que es ese el escenario que se nos puede presentar a nivel global. Fisher entiende que el capitalismo tiene  contradicciones imposibles de resolver. La contradicción de la salud mental, la burocracia y la ecológica. El juego del calamar parece abordar las dos primeras claramente. Los concursantes se enfrentan a situaciones de locura, estrés e incluso hay una cierta bipolaridad psicológica al comparar lo macabro con lo infantil, los contrapicados de las escenas, los colores del escenario etc. Del mismo modo, parece exigir una vida altamente burocratizada, llena de normas inviolables y duramente vigiladas.

Sin embargo, la crisis medioambiental parece ser la contradicción más preocupante. Recientemente el investigador del CSIC Antonio Turiel en su obra Petrocalipsis: Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionarsentencia, “la fiesta se ha terminado”, un escenario de deceleración forzosa, una última pantalla de decrecimiento y de moderación frustrante de consumo energético parece cada vez más cercana. Por eso necesitaremos volver a lo imaginario, intentar abandonar el realismo capitalista que sigue creyendo en una eterna expansión capitalista en un mundo finito y con los límites biofísicos terrestres cada vez más cercanos. El realismo capitalista intentará evolucionar hacia un capitalismo ecologista con las mismas bases en la expansión del mercado verde, una conversión verde. Sin embargo, el escenario de desigualdad salvaje expresado por Dong-hyuk ya nos parece creíble, e incluso experimentamos cierta catarsis trágica al comprobar que seguimos vivos después de cada capítulo. La toma de decisiones en favor de la justicia social y el reparto equitativo de responsabilidades ecológicas es posible, pero complejo, tan complejo como poner de acuerdo a los concursantes para parar el juego en vista del cerdo lleno de dinero.

La realidad capitalista nos mantiene dentro de la presente sociedad basada en la deuda-adicción, vivimos en un espacio-temporalidad homogénea y continua, seguimos en el juego, suena El Danubio azul, es tiempo de jugar.

1 comentario

  1. El presente articulo se desvia de la tendencia general de esta revista, basada normalmente en contenido que profundiza mas en la informacion que publica y es analizado de forma mas profesional.
    En las pocas lineas que merece, este usuario recuerda al autor que hacer una resena a una serie de exito es licito, pero tratar de basar teoria economica en una serie de entretenimiento cae en lo simplista por no decir en lo zafio.
    Cuando en el articulo se indica que «el capitalismo arroja una sociedad desigual y una muerte del tejido social, pero cualquier alternativa es peor», la lectura parece clara y contraria al tono y critica que aqui se hace. Aunque nos pese y debamos seguir esforzandonos como individuos y sociedad por mejorar nuestras vidas y las venideras, el capitalismo, aunque imperfecto, es el mejor sistema creado hasta la fecha.
    Se hace referencia tambien al exito de ventas de la novela 1984, de Georges Orwell. Merece la pena recordar que dicha novela vaticina los riesgos de una sociedad socialista, donde el Estado tiene pleno control sobre la ciudadania. No parece correcta la referencia al expresidente de USA, sino mas bien a los gobiernos socialistas y con mas tendencia a la economia planificicada de hoy en dia. Merece la pena recordar que de los tres males destacados en el articulo, todos son consecuencia o se ven en mayor cantidad o intensidad en sociedades de economia planificada: locura y estres de ciudadanos vigilidados, donde el Estado dicta lo que deben pensar, que publicar, a donde viajar… y todos, los disidentes especialmente, se sienten cautivos, vulnerables, observados); cortoplacismo y burocracia, donde el Estado plaga de regulaciones cualquier actividad humana (abrir un negocio, una cuenta bancaria, servicios publicos en persona o electronicos, etc); medio ambiente destruido (los mas graves danos ecologicos se han sufrido en sociedades con economica planificada).
    El autor parece confundir en el articulo capitalismo Keynesiano, mas presente en la mayoria de paises occidentales, con capitalismo de libre mercado. En cualquier caso, ambos son mejor opcion que un sistema de economia planificada, pero podria ser interesante ver en un proximo articulo la critica al primero y explicacion (en base a una serie de TV o no) de por que debemos progresar como sociedad hacia el segundo.

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