La universalidad y el interés de Don Quijote de la Mancha, la obra cumbre de Miguel de Cervantes, radican en las innumerables posibilidades interpretativas que ofrece, pese a haber sido escrita hace más de cuatro siglos.
Esta capacidad de la obra para resonar en diferentes épocas y contextos se debe a la profundidad con la que aborda temas universales, como la esencia y la complejidad de la condición humana, la lucha entre lo ideal y lo real, lo humano y lo divino, lo justo y lo injusto, la cordura y la locura, etc.
El análisis de Don Quijote en el contexto del declive del mundo árabe ofrece una reflexión profunda sobre cómo los grandes desafíos de la región pueden ser entendidos y abordados desde la perspectiva de una de las obras más emblemáticas de la literatura universal.
A través de las aventuras de Don Quijote, Cervantes lleva a cabo una crítica mordaz de la sociedad de su tiempo, abordando con agudeza diferentes temas sociales. La obra no solo se burla y ridiculiza a la nobleza, las instituciones religiosas y las normas sociales, sino que también revela sus defectos y contradicciones con una ironía punzante. Cervantes utiliza a Don Quijote, a la postre, como un espejo deformante que refleja la farsa de un sistema en decadencia.
Al igual que en la España cervantina, el mundo árabe enfrenta una brecha creciente entre las élites y el pueblo, alimentada por sistemas políticos arraigados que adoptan una postura conservadora ante el cambio. La crítica de Cervantes a la nobleza que se aferra a sus privilegios, a las instituciones religiosas que predican una moral que no practican, y a las normas sociales que imponen una conformidad vacía, resuena en una región donde el poder se concentra en manos de unos pocos, mientras la mayoría lucha por subsistir en un entorno cada vez más hostil.
Dada esta situación, la región árabe enfrenta numerosos desafíos, como la superación de la ignorancia causada por sistemas educativos inefectivos, el retraso económico, la represión de la libertad de expresión, las tensiones sociales y la falta de oportunidades. Además, se enfrenta a la difícil tarea de romper con la tradición de manera decisiva o, al menos, reconciliarla con la modernidad para trazar un verdadero camino hacia un desarrollo que abarca múltiples dimensiones o aspectos de la sociedad, evitando así caer en la desilusión y el fracaso, como le sucedió al caballero de la triste figura en su intento fallido de revivir la caballería basándose en una visión idealista y ajena a la realidad.
Ese fantasía se manifiesta en diversos movimientos dentro del mundo árabe que, en su afán por instaurar utopías políticas o religiosas, buscan restaurar un pasado romantizado o construir una sociedad perfecta. Sin embargo, al ignorar los desafíos vigentes, no solo agrava las crisis actuales, sino que también frenan el renacimiento de la región y provocan nuevos conflictos y divisiones.
De manera similar, el idealismo se refleja en la red de nostalgia en la que está presionado el mundo árabe por el peso de un pasado glorioso, especialmente durante el período de oro del Islam, cuando ciudades como Bagdad, Córdoba y Damasco eran centros de conocimiento, cultura y poder. Este anhelo por tiempos dorados contrasta con el contexto y los desafíos actuales.
Lamentablemente, la fascinación y el apego por un esplendor ya desvanecido no se basa en una relación real ni en un conocimiento profundo, sino que muchas veces son el resultado de una construcción imaginaria, tal como hace Don Quijote al describir a su Dulcinea como un símbolo de perfección y nobleza, aunque apenas la conoce. En ambos casos, lo que se idealiza se convierte en un sueño distante más que en una realidad tangible. Esta mitificación no solo perpetúa una visión distorsionada del pasado o del objeto de admiración, sino que también impide un entendimiento auténtico de la realidad presente.
Esta visión es adoptada por muchos árabes, que parecen vivir en un aislamiento total, como si estuvieran en una burbuja o en una isla desierta. Por lo tanto, las decisiones y acciones tomadas bajo esta influencia no logran el impacto deseado debido a una desconexión con la actualidad, lo que las convierte en inadecuadas o incluso irracionales.
Paradójicamente, la admiración por el esplendor del pasado, en lugar de fortalecer la confianza y autoestima del mundo árabe en sus propias competencias, ha acentuado la sensación de incapacidad para adaptarse al presente. Esto ha generado un complejo de inferioridad, manifestado en la creencia de que las competencias árabes no están a la altura de los requisitos de modernidad internacional, lo que debilita la confianza en su capacidad para innovar y desarrollarse de manera autónoma. Al igual que Don Quijote, que se lanza a la aventura con una confianza exagerada, finalmente termina experimentando una crisis de confianza al chocar con la dura verdad de sus fracasos.
En paralelo con la falta de autoestima, surge otro desajuste significativo: la quiebra de identidad. Esta quiebra se manifiesta en un temor profundo a perder la identidad propia, lo que impulsa una resistencia a los cambios o transformaciones necesarias para el progreso, y conduce a la creación de enemigos imaginarios, reflejo del miedo interno al fracaso y a la irrelevancia.
En el mundo árabe, con mucha frecuencia, los fracasos internos se proyectan hacia enemigos externos, ya sean países occidentales, ideologías foráneas u otras fuerzas. Este enfoque permite evitar la autocrítica, pero también perpetúa el miedo y el sentimiento de fracaso al crear una lucha constante contra amenazas percibidas. De manera similar, Don Quijote, en su imaginación desbordada, inventa explicaciones fantásticas para fenómenos usuales, como transformar molinos de viento en gigantes y percibir conspiraciones en cada esquina. A pesar de sus fracasos, sigue creyendo firmemente en la lucha por la dignidad y los valores, aunque sus actos a menudo resultan desfasados y objeto de burla, su compromiso con sus ideales nunca flaquea.
Igualmente, en el mundo árabe, muchas personas comparten el desafío de mantener y defender su dignidad en un contexto cada vez más homogeneizador que tiende a imponer una visión estándar de progreso, esta influencia global tiende a imponer un modelo que no siempre refleja las realidades ni las aspiraciones auténticas de las distintas comunidades. Este empeño por conservar unos valores propios en medio de una marea globalizadora es similar a la lucha quijotesca que persiste en su búsqueda de un propósito en un mundo en constante cambio.
Don Quijote, con su fervor por la justicia y el honor, busca transformar un mundo que percibe como corrupto e injusto, pero lo hace mediante una interpretación distorsionada del escenario actual, enfrentándose a molinos de viento que imagina como gigantes. En este sentido, la experiencia de Don Quijote no solo sirve como una crítica al idealismo desviado, sino también como una valiosa lección para el mundo árabe: la necesidad de reconocer las distorsiones del pasado y encontrar un equilibrio entre la nostalgia por tiempos gloriosos y las exigencias del presente. Solo así se podrá revitalizar las aguas estancadas del mundo árabe y abrir paso a un horizonte de progreso sólido y firme.