Epítome de ese cajón de sastre que es el realismo sucio, el autor estadounidense Raymond Carver (1938-1988) supo como pocos plasmar los desastres que habitan en la más absoluta cotidianidad. Su estilo ha sido tildado de minimalista dada su sobriedad y sencillez. Un estilo donde demostró ser un autentico malabarista del menos es más, trazando en sus textos un fresco desnudo donde cada palabra vale todo lo que pesa.
Mucho más conocido por sus relatos, donde merecidamente es considerado un maestro del género, su poesía hasta hace poco se tomó como un escarceo menor. Al igual que le ocurriera a Charles Bukowski, Carver fue eclipsado por su propia narrativa. Apenas fue conocido en esta faceta hasta que su viuda, la también poetisa Tess Gallagher, fuera recopilando y ordenando estos últimos poemas, los cuales para él tenían tanta o más importancia que sus relatos.
Pero curiosamente esta distinción entre prosa y poesía se difumina en Carver a medida que el autor va encontrando su propia voz como escritor. En palabras de la propia Tess : «Algunos de los nuevos poemas de Ray difuminaban los límites entre poema y relato, igual que sus relatos a menudo adquirían fuerza gracias a estrategias dramáticas y poéticas. De este modo, Ray había suprimido la distancia entre su lenguaje y su idea de que la consecuente transparencia del método permitía que se disolvieran las distinciones entre los géneros sin violencia o sensación de transgresión».
Son innumerables los ejemplos de esta mixtura entre géneros a la que se refiere Tess Gallagher:
Siempre he querido trucha de montaña de desayuno.
De repente, encuentro un sendero nuevo a la cascada.
Empiezo a tener prisa. Despierta,
dice mi mujer, estas soñando
Pero cuando intento levantarme, la casa se ladea
¿Quién está soñando? Es mediodía dice ella.
Mis zapatos nuevos esperan junto a la puerta,
relucientes.
Otro de los ejemplos de esta fusión (o premeditada confusión) de géneros es el uso de fragmentos de quien quizás fuera su principal influencia: Antón Chéjov. Releyendo sus relatos, Carver descubre en la prosa del ruso retazos textuales que aislados funcionan como pequeños poemas.
Has servido una sopa y nada más. Pero
difícilmente consigues tragar ese caldo; es un líquido
turbio en el que flotan trozos de pato salvaje y
tripas mal limpiadas…
Está lejos de resultar sabroso.
En la recta final de su vida el autor se muestra más sobriamente lúcido que nunca. Tras haber superado sus problemas de alcoholismo y manteniendo, junto a Tess, una relación sentimental estable después de su anterior fracaso matrimonial, es diagnosticado de cáncer. Sabiendo que el tiempo se le escapa de las manos se aferra a su poesía, usándola más como una tabla de salvación que como un vertedero de frustraciones y miedos.
Utiliza las cosas que te rodean.
Esta ligera lluvia
Del otro lado de la ventana, por ejemplo.
Este pitillo de entre los dedos,
Estos pies en el sofá.
El débil sonido del Rock&Roll,
El Ferrari rojo del interior de mi cabeza.
La mujer que anda a trompicones
Borracha por la cocina…
Coge todo eso,
Utilízalo.
La soledad de sus personajes y sus pequeños grandes dramas cotidianos son constantes tanto en su prosa como en su poesía. Esta falta de comunicación representa en sus textos, como en la pintura de Edward Hopper, la angustia y la incertidumbre de una clase media atrapada y sin visos de mejora.
Mi mujer ha desaparecido con toda su ropa.
Olvidó dos medias de nylon, y
un cepillo para el pelo detrás de la cama.
Me gustaría atraer su atención
hacia esas medias, y hacia los pelos
negros que quedan en las púas del cepillo
Tiro las medias al cubo de la basura; el cepillo
lo guardo para usarlo. Únicamente la cama
resulta extraña e imposible de soportar.
Es curioso observar como este postrero Carver, al que algunos recriminaron haber dejado la prosa de lado en sus últimos años, en cierta medida se imbuye de una actitud vital y positiva, al alejarse del aura depresiva que casi siempre desprendían los personajes de sus relatos. Quizás en un alarde de entereza ante sus allegados (sobre todo ante Tess) o quizás porque le permitió liberarse de algún modo. Sabedor de que el final se acercaba, la poesía le posibilitó mostrar su faceta más íntima y cercana. Fuera por una cosa o por otra, sus lectores, le estamos más que agradecidos.
ÚLTIMO FRAGMENTO
¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?
Lo conseguí.
¿Y que querías?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra.
*Tanto las citas de Tess Gallagher como los poemas de Raymond Carver han sido extraídos de Un sendero nuevo a la cascada, publicado por la editorial Visor Poesía.
Un texto de Raúl Real, (Santander 1976). Músico de olfato, escritor de oído, hedonista sin tacto y hombre de gusto. Podéis seguir sus andanzas musicales al frente de su banda Los Tupper y las literarias en su blog Desayuno Camboyano.
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