Escrita en 1922 por el escritor, poeta y pintor alemán Herman Hesse, Siddartha es una novela alegórica que relata el desarrollo personal de su protagonista, un hombre hindú que busca alcanzar la felicidad y la paz consigo mismo.
Siddartha es un joven brahmán, miembro de la casta más importante de la India. Está destinado a seguir los pasos de su padre y convertirse en sacerdote pero, como presiente su amigo Govinda, “Este no será un brahmán corriente, ni un oscuro funcionario de los sacrificios, ni un ávido comerciante de fórmulas mágicas ni tampoco un orador vano y vacío, o un sacerdote malicioso. Sin embargo, tampoco será una mansa y estúpida oveja entre la masa del rebaño”.
Ante las dudas e inquietudes por la vida de brahmán que le espera, Siddartha decide abandonar la casa familiar y emprende viaje acompañado de Govinda con un único objetivo: encontrarse a sí mismo. Para ello acuden primero a los samanas, monjes ascetas que les instruyen en la meditación, la espera y el ayuno, pero este camino no proporciona a Siddartha la salvación que busca.
Los dos amigos ponen entonces rumbo a la ciudad de Savathi para conocer la doctrina y las enseñanzas de Buda Gotama. Sus caminos se separan allí: Govinda decide abrazar la fe budista, mientras que Siddartha continúa su peregrinación y se dispone a disfrutar por primera vez de los sentidos y los placeres más mundanos.
En su siguiente etapa, mantendrá una relación muy especial con la bella Kamala, de quien aprenderá los secretos del amor y descubrirá el sexo. Al mismo tiempo, comienza a trabajar para un adinerado comerciante local, que le proporcionará una próspera situación económica. Los años pasan y Siddartha desarrolla una vida plenamente satisfactoria en lo material: posee una casa y un jardín a las afueras de la ciudad, cuenta incluso con sus propios criados pero, en cambio, es incapaz de implicarse emocionalmente en nada de lo que hace. Se deja llevar por el Samsara y su vida espiritual empobrece y decae hasta caer en los temores terrenales y en el comportamiento infantil y casi animal que tanto había despreciado en otra época. Llega el momento de retomar la búsqueda.
Ya anciano, convive con el barquero Vasudeva, junto al que aprende y “escucha” las enseñanzas del río. A pesar del doloroso reencuentro con Kamala y su propio hijo, Siddartha encuentra aquí la tranquilidad y la madurez que tanto había buscado. Ahora es consciente de que el futuro y el pasado no existen, “Nada fue, ni será; todo es, todo tiene esencia y presente”. Alcanza la paz consigo mismo.
La vida de Herman Hesse (Calw, Alemania, 1877- Montagnola, Suiza, 1962) transcurrió entre múltiples altibajos personales. Descendiente de misioneros cristianos, ingresó de adolescente en el Seminario de Teología de Maulbronn, del que pronto escaparía con una idea clara: “Seré poeta o nada”. Tras superar una profunda depresión y desempeñar algunos trabajos poco satisfactorios, decide dedicarse en cuerpo y alma a la escritura, obteniendo su primer éxito literario en 1906 por la novela Bajo las ruedas.
Su consolidación definitiva y salto a la fama le llegarán en su vejez con el Premio Nobel en 1946 por El juego de los abalorios, convertido desde poco después en uno de los autores de referencia para la generación beat y el movimiento hippie. Este reconocimiento tendrá su eco también en la difusión de Siddartha, al ser interpretada como una expresión esencial de la forma de vida de Hesse. El libro fue escrito tras un viaje en 1911 a Ceilán (actual Sri Lanka) e Indonesia y muestra el gran interés del autor por la cultura oriental y más especialmente por el budismo y el hinduismo. Contiene muchos elementos autobiográficos y la sencillez del argumento le permite introducir reflexiones que responden a sus inquietudes personales. Además, combina un lenguaje poético y filosófico que crea un registro muy original y, lejos de lo que pueda parecer, hace fluir la lectura.
Siddartha significa “aquel que alcanzó sus objetivos” y para lograrlos no sigue un camino convencional, pues comprende que el Samsara (entendida como el desarrollo de una vida familiar, una profesión y la obtención de bienes materiales) no es una forma inevitable de vida, así como abrazar una doctrina religiosa no significa tampoco alcanzar la meta que persigue. Realiza su viaje interior e improvisa su propio camino, sabiendo que no hay conocimiento ni aprendizaje que pueda proporcionarle la felicidad o la paz que busca si no es experimentándolo por sí mismo.
El gran problema para mi entender es que Herman Hesse no resuelve el tema espiritual desde lo metafísico sino del humanismo materialista.