Dos minutos
de viaje silencioso;
billete de prestado para un
vuelo de última hora.
Con el vértigo subiendo para abajo
tus piernas se sumaron
al festejo incontrolable de tus tripas:
la tierna melodía de la
emancipación. Tú,
viajero primerizo,
moviendo las pupilas
con el puro frenesí de la liturgia
en una anunciación de luces LED,
mirando a todas partes y a ninguna,
mudo.
Mudo, mudo pasajero.
¿Qué exótico destino te aguarda?
Blanquísimos nudillos,
mandíbula apretada;
por estos lares no hay música,
ni playas;
por estos lares
se baila muy lento
un baile muy lento, casi
inmóvil.