Historias de Zimbabwe

La mujer de las telas 

Umm… ¿Hablar de mí? No sé qué decir. Tengo las mejores telas de todo Avondale, ¿quieres un vestido? Uno rojo te sentaría bien. Vengo de Bulawayo, toda mi familia es Ndebele. Aquí en Zimbabwe hay blancos y negros, como habrás visto. La mayoría de negros son de la etnia shona, vienen del noreste a trabajar en la ciudad. Nosotros vivimos en el sur, somos menos. Mis padres son pastores, y en casa hablamos nguni, aunque no se me da tan bien como el inglés.

Vine a la ciudad para buscar un futuro mejor para mi familia, como la gran mayoría. Se dice que los ndebeles éramos los mejores guerreros antes de los colonos. Soy una guerrera, ¡mírame! La vida es difícil, pero nos da más de lo que necesitamos. Eso es lo que decía siempre mi abuelo cuando hablaba de este país: «Zimbabwe tiene mucho que ofrecer para el que quiere recibir». ¿Sabes qué significa nuestra bandera? El verde representa la vegetación y los recursos naturales; el amarillo los minerales; el rojo, la sangre derramada por nuestra independencia; el negro, somos el pueblo negro; el triángulo blanco simboliza la paz; la estrella roja, las metas del país; y el pájaro, es el Gran Pájaro de Zimbabwe, el emblema nacional y nuestra historia.

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Foto: Helena Torre.

El librero

¡Pregúntame! ¡Pregúntame lo que quieras! Me gusta leer.

Hace muchas lunas, Cecil John Rhodes soñó con un Imperio británico que se extendiese desde Cairo hasta Cabo. Para ello constituyó la British South Africa Company, y en 1890 fundó esta ciudad. La llamó Salisbury, y fue la capital de Rodesia cuando esta se independizó. Creció la industria, aumentó la población, y el 18 de abril de 1980 Zimbabwe logró la independencia. Nuestro presidente fue el reverendo Canaan, y Robert Mugabe el primer ministro. El nombre de Harare se lo pusieron unos años después, en honor al jefe de la tribu shona, Neharawa, que jugó un papel muy importante durante la época de Cecil Rhodes.

En 1987 Mugabe se hizo con la presidencia, y ha estado en el poder desde entonces hasta hace unos meses. ¡Por fin! Ahora tenemos a Emmerson, cualquier cosa mejor que la gente del G40. Han tenido a Zimbabwe de rodillas, y es hora de levantarse y demostrarle al mundo lo que valemos. Queremos luchar por nuestra independencia y por un lugar en la economía moderna.

Yo, de mientras, seguiré leyendo.

Foto: Helena Torre.
Foto: Helena Torre.

El escultor

Tallar es lo único que sé hacer. Soy shona, y la mayoría de mis vecinos tenían cultivos y animales, y algunos tallaban madera. Pero yo quería más. Por eso vine a la ciudad, para aprender de los mejores. Quiero ser como Locardia Ndandarika.

Aquí puedes aprender alfarería, cestería, joyería… Pero no hay nada como coger un bloque de piedra y transformarlo en algo bello. Me gusta tallar mujeres, una fusión entre tradiciones africanas e influencias europeas. También me gusta hacer máscaras para los bailes enmascarados. Si vas a uno de ellos, no intentes ver quién está detrás de la máscara, representan a espíritus ancestrales que asisten a eventos festivos. Cuando más etérea sea la máscara, más complacerás a tus antepasados. Quizá expongan una de mis obras en la galería Rhodes. Estoy muy contento

Foto: Helena Torre.
Foto: Helena Torre.

La cocinera

Yo trabajo aquí desde hace ya muchos años. Me encargo de hacer la comida para todos los escultores de la zona y los trabajadores de la galería. Me enseñó a cocinar mi madre, hacía el mejor sadna de todo el pueblo. Es muy fácil, ¿ves? Mezclas harina de maíz con agua, mantequilla de maní y leche, luego das vueltas y vueltas hasta que quede duro. Lo comemos todos los días con carne y verduras.

También nos gusta hacer dulces, a veces los tomamos con el té de las cuatro de la tarde. Mi hija tiene mucha mano para ellos. A veces los turistas se sorprenden de que sigamos tomando el té, los ingleses nos dejaron muchas costumbres. Harare se llamaba Salisbury antes, por el primer ministro de Gran Bretaña de aquella época. Algunos jóvenes se revelan ante todo lo que suene británico, quieren recuperar la esencia bantú. Yo creo que hay que saber aceptar la realidad que te rodea y sacar el máximo provecho de ella, y si me tomo un té, ¡nadie le dice que no a un dulce!

Foto: Helena Torre.
Foto: Helena Torre.

El maestro de las esteras

Me gusta trabajar con las manos. Me da tiempo para pensar. ¿En qué? En la vida, en la inocencia del ser humano. Pienso en estos juncos, en como habrá sido su vida y en el propósito al que van a servir a partir de ahora.

Me considero un nanga. Estudio las hierbas, sus usos, los males que aquejan el espíritu de las personas que acuden a mí. La mente y el alma son el origen de la mayoría de afecciones que sufre el cuerpo. A veces no son más que antepasados que están de vuelta como espíritus, y debido a su descontento causan estragos. Yo ayudo a averiguar la causa de su estado de ánimo, para intentar satisfacerles y conseguir así sus bendiciones y buenos deseos. Cada vez hay más cristianos en la ciudad, pero aún viene mucha gente que practica el culto Mwari y reverencia a nuestros ancestros.

Cuida tu espíritu. Tu cuerpo envejece con el tiempo, pero tu esencia brillará más cada día.

Foto: Helena Torre.
Foto: Helena Torre.

El hombre de las zanahorias

Gran Zimbabwe. Tierra roja, plantas indígenas y florecientes jacarandas. ¿Las has visto? Moradas y azules, preciosas, han conquistado la ciudad. Somos muchos agricultores en la ciudad, vendemos a todos los pueblos cercanos. ¡Ah! Pero mis zanahorias son las mejores, las más naranjas ¿las ves? Es porque les echo un agua especial. ¡Un secreto!

Recorro los alrededores con mi carro, vendo mis productos a pequeñas tiendas y a las familias que me salen al paso. A veces es un trabajo poco grato, pero yo creo que lo mejor está por llegar. Han sido malos tiempos, pero tenemos mucha fuerza para salir adelante. Voy a contarte algo que nadie te ha contado hasta ahora. ¿Sabes que es el gran pájaro de Zimbabwe? Era uno de los siete pájaros de piedra que existían para conmemorar las acciones de un halcón que salvó la vida a un niño que fue atacado por un cocodrilo. El niño perdió sus piernas, pero se convirtió es un contador de historias, y talló las aves para ilustrar sus aventuras. En algún momento de la historia, las aves fueron robadas de Zimbabwe, y sólo cuatro han regresado. Se dice que la paz y la prosperidad nunca llegarán a Zimbabwe hasta que las siete aves vuelvan a su hogar.

Así que niña, si algún día las ves volar, susúrrales que regresen a su tierra. Zimbabwe las espera con ansia, con calor de hogar.

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Foto: Helena Torre.

 

Texto y fotografías de Helena Torre.

Licenciada en Historia por la Universidad de Cantabria. Viajera incansable, colabora en Revista Amberes con artículos en los que da su particular visión de las ciudades que visita.

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