Cuando un pueblo se derrumba
en el filo azul oscuro de la tarde;
los recuerdos nacen del polvo,
de objetos como
vitrinas cerradas en los siglos
o una gota de aceite cayendo en el garaje.
También, todo pueblo
posee una parte vieja,
humilde, llana, que sabe hablar
del temblor de los jardines
y el sonido de la lluvia.
Conoces los objetos
colocados en un taller,
mientras dos perros de caza ladran
a través de sus jaulas.
Pero quieres sostener la mirada
inocente de ver las cosas.
Saber por ejemplo, que de este azul
se puede oír la música
de la parte vieja.
Que los ojos aún pueden tocar
la luminosidad
en el hueco de una escalera.
Que sobre las flores azules
el color extiende la luz,
los cúmulos de sombra
en la llanura.
Cuando un pueblo se derrumba
en el filo azul oscuro de la tarde;
los habitantes
han abandonado definitivamente
sus casas.
La luz pervive en el alba
lejana de la hierba seca,
mientras miras
justo en el límite
una línea vieja de autocares
que viaja lentamente
hacia el abandono.
Texto y foto de Alejandro Rebollo.