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Lope censurado: crónica de un manuscrito perdido

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Corría el año 1608. Félix Lope de Vega (1562-1635), afamado poeta y dramaturgo, acababa de culminar la composición de una nueva comedia hagiográfica en torno a la conversión de San Agustín cuando, por orden de la Inquisición, la pieza fue retirada de los escenarios. Aunque la expedición de licencias de representación era entonces una competencia exclusiva del Consejo de Castilla y un trámite indispensable para su puesta en escena en espacios públicos, el Santo Oficio se reservaba el derecho de intervenir con posterioridad a su autorización, siempre a instancias de una denuncia justificada y con carácter extraordinario.

El autor se vio pues en la necesidad de remitir un revelador escrito de súplica al Consejo de la Inquisición en un intento desesperado de conquistar su indulgencia y recuperar el polémico manuscrito. Este singular testimonio nos es hoy conocido gracias a su fortuito hallazgo en el Archivo Histórico Nacional por el profesor Sánchez Arjona y su publicación en la Revista de Filología Española por el lopista Américo Castro en 1922. El texto, fechado el 21 de octubre de 1608, dice así:

«Lope de Vega Carpio, familiar del Santo Oficio de la Inquisición digo, que de haber Vuestra Alteza mandado recoger una comedia que yo escribí de la conversión de San Agustín, por haber tenido algunos argumentos indecentes para representarse en parte pública, me ha resultado grande nota en mi honor y reputación, hablando en mí diversas personas con diversos juicios, por lo cual suplico humildemente a Vuestra Alteza que, con su acostumbrada benignidad, se sirva de que tildando y borrando todo lo que pareciere convenir que sea quitado y borrado, se me vuelva la comedia para que yo la vuelva a escribir, y poner en el modo que es bien que esté para poderse representar, que luego la volveré a Vuestra Alteza para que en ella se haga la censura y calificación que antes, que desta suerte se entenderá claramente la verdad y yo quedaré restituido en mi honor y buena opinión, y Vuestra Alteza favorecerá un criado suyo tan deseoso y cuidadoso de servir ese Santo Tribunal a cuyos pies me postro humildemente, pidiendo esta merced por algunos, aunque pequeños servicios, y por los que pienso hacer lo que tuviere de vida. Lope de Vega Carpio»

Agraviado por la decisión del Santo Oficio y sus repercusiones sobre su vida personal y profesional, Lope reivindica su vínculo con la institución en calidad de familiar -miembro laico- de la misma y reclama, desde un excepcional comedimiento, que la obra le sea devuelta para adaptarla a las exigencias inquisitoriales. Por desgracia para el dramaturgo, el documento registra un escueto «Que no ha lugar» en la zona superior derecha, claro indicio de que su solicitud fue rechazada.

Dado que el fallo del Santo Tribunal habría afectado no sólo a su reputación y finanzas, sino también a la integridad de la pieza en su doble vertiente literaria y espectacular, el malestar de Lope resulta de lo más natural. Si, como sugiere Marco Presotto, la enmienda de esos «argumentos indecentes» -cualesquiera que fueran- hubiera conllevado la supresión de secuencias dramáticas completas, el concurso del poeta habría sido decisivo en aras de preservar la coherencia interna de la obra y así conjurar el predecible fracaso de una hipotética función.

¿Cuál fue, por tanto, la suerte final del texto? A pesar de la ausencia de noticias relativas al proceso aludido por Lope y su ulterior desenlace, se sabe que el dramaturgo fue autor de otra comedia sobre la vida de San Agustín titulada El divino africano. Dicha obra fue impresa en 1623 en el marco de la Decimaoctava Parte de las Comedias de Lope de Vega Carpio y mencionada como San Agustín en la edición de 1618 de su exitosa novela El peregrino en su patria.

En su dedicatoria a don Rodrigo Mascareñas, obispo de Oporto, Lope se abstiene de efectuar toda referencia a lo ocurrido en 1608, pero la relativa abundancia de defectos textuales y métricos -como la combinación de rima asonante y consonante- presente en El divino africano constituye un poderoso argumento que apunta hacia una muy probable reescritura o refundición a partir de aquel texto primigenio, del que el poeta habría extirpado cuanto fuera objeto de reproche por parte de las autoridades.

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