En Estambul las higueras crecían por todas partes. Ali me contó que eran árboles de brujas y diablillos, que sus fuertes raíces podían tumbar casas y abrir la tierra como un portal a otro mundo.
En nuestro barrio algunos jardines abandonados rebosaban de maleza, las higueras se agarraban a las tapias y las resquebrajaban, las malas hierbas salían de sus grietas y las puertas oxidadas solo servían de acceso a los gatos.
La maleza es algo que rebosa, aplicado generalmente al crecimiento descontrolado de especies vegetales en un espacio previamente trabajado por manos humanas. Carece también de límites concretos en su aplicación, pues una planta cultivada a propósito también puede derivar en maleza si es dejada a sus anchas. Es así un desorden, o quizás una reactivación de otras formas de vida (o maneras de vivir, en el caso de plantas de cultivo) que permanecían a la espera.
Cuando llega la maleza se perciben ruidos, movimientos en la espesura, seres escurridizos. Lo que hay detrás está cerca pero lejos. A veces un escondrijo, un pasadizo húmedo y oscuro a una localización secreta, una mejor vista que de este lado, un portal a un claro de bosque o un atajo a la madriguera. Otros mundos.
Víctor Sánchez de la Peña (1997) se graduó en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid en 2019, continuando allí con un Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual. Posteriormente ha trabajado como asistente artístico de la fotógrafa Nathalie Daoust en Berlín (2022) y la pintora Begüm Mütevellioglu en Estambul (2023). En el año 2024 ha participado en la exposición colectiva Ensueño de un día productivo, comisariada por Ana Webb y Esther Cataluña, y en su primera exposición individual dentro del festival CreaVA24.