No quería saber. No quería.
Decían que el mar era un mito arraigado,
la eterna pregunta enunciada en un soplo;
no el rostro que atiende a la yema frustrada,
ajena al conjunto.
Mar no mar, ni conjunto, ni rostro,
ni anhelo total e inabarcable, ni pausa:
sólo masa vacía. No quería saber.
La narración satisfactoria del tiempo,
esta realidad consensuada y coherente,
señala que ha pasado el momento de hablar.
Llego tarde. Torpe, torpe.
Tarde otra vez a la mano que tiendes,
tarde a la mano que apartas; tarde.
Pero uno ve, con la bondad de la distancia,
la posibilidad de enfrentarse al recuerdo:
estás aquí, otra vez, con tu gesto indescifrable,
tu voz crepuscular e imprecisa,
y amarte es un absurdo tan confuso y enervante
que vuelvo a vacilar, otra vez. Torpe.
Llego tarde a tu mano otra vez.
Mano. Mar. Cuerpo.
Tu cuerpo es un canto afilado en exceso,
tu sombra un contorno cortante.
Para qué, para qué mutilarme de nuevo,
lanzarme de nuevo a tu borde,
tocarte, besar con ahínco tu gesto, rostro,
púlpito lejano, indescifrable.
¿Para qué? ¿Qué quería? ¿Qué quiero?
Mar no mar, cuerpo no cuerpo:
sólo masa vacía. No quería saber.
Poema de Ricardo Arenas.
Ilustración de Angélica Pardo.