Pocas cosas han cambiado.
Por alusiones diré
que el sabor férreo de la culpa
se repite a determinadas horas,
entregado a empapar lengua y memoria.
Es el mismo sabor
que atormentó los últimos días de otros culpables.
Hay tantos…
Pocas cosas han cambiado,
aunque ahora faltan muchos de los que también conocieron aquel gusto:
pecadores,
obstinados en la limpia de su espíritu,
libreros, familiares, novias…
Y el magnífico sabor metálico que eclosiona en mis papilas.