En los últimos tiempos, hemos visto un gran avance de la tecnología, cada vez más implementada en nuestras vidas. Ha ganado adeptos en casi todas las áreas y públicos. Ya no nos sorprende ver a niños con un smartphone o una tablet en sus manos, cuentas de Facebook o Instagram, etc. Es algo ya “normal”. La era digital está aquí. Llega para quedarse, y no hará otra cosa que expandirse, hasta límites aún insospechados.
El uso de videoconsolas y videojuegos también ha sufrido una notoria evolución. Si tenemos en cuenta que el 81,9% de la población, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), dispone de conexión a internet; que hay 15 millones de jugadores de videojuegos en España; que la industria del juego en teléfonos móviles y tablets ha experimentado un crecimiento exponencial en los tres últimos años; y que la previsión es que seguirá creciendo, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el entretenimiento digital tiene y tendrá una grandísima importancia en nuestra sociedad.
Tener una PlayStation, una Xbox o un Pc Gaming con luces de neón y ventiladores ya no es algo inusual. Algo que solo podíamos ver en los antiguos cíber. Un alto porcentaje de usuarios lo utiliza para uso doméstico. El caso es que cada vez jugamos más, más horas, desde más jóvenes. Y la experiencia cada vez es más sofisticada, con un componente que tiende hacia lo social y que genera mayores dosis de dependencia entre los jugadores.
¿Por qué nos engancha tanto?
Las razones son amplias y variadas: disfrute, desconexión de la realidad, socialización, el atrapamiento de los sentidos, inmersión en una experiencia solo alcanzable a través del videojuego, etc. Los videojuegos tratan de estimular todos los sentidos de los jugadores. A través de una excitante banda sonora, unos paisajes y gráficos muy llamativos, o pruebas de coordinación y motricidad (como podemos encontrar en la Nintendo Wii) o en componentes periféricos como volantes, pistolas, etc.
Otro motivo clave es el de la autosuperación y el éxito. En la mayoría de videojuegos, debemos intentar vencer todos sus desafíos. Superar el juego en un ambiente de dificultad moderado y que a menudo se autoajusta a la habilidad del jugador. Los videojuegos pretenden ser complejos, para estimular la competitividad del jugador, pero no tanto como para que el jugador lo dé por imposible y renuncie a continuar intentándolo. Esta es una de las grandes diferencias entre la vida real y los juegos. En la vida real, no podemos bajar la dificultad de los exámenes académicos ni del test de conducir, ni de entablar una relación afectiva con alguien. Y si fallamos en alguna de dichas tareas, no podemos volver atrás a través de un check point. Las consecuencias no pueden ser suprimidas en la mayoría de casos.
En los videojuegos, en cambio, solemos poder reducir la dificultad o volver atrás cuando queremos cambiar la consecuencia de alguna acción. ¿Por qué? Porque a las compañías de videojuegos les interesa mantener nuestra autoestima alta, que superemos sus puzles y que nos sintamos bien. En definitiva, que sintamos que controlamos el juego.
Pero todo esto no es más que una aplicación de los principios del condicionamiento operante, desarrollados por B.F. Skinner en el campo de la Psicología. El juego tiene sus propios mecanismos de refuerzo y de castigo, pero sin duda las compañías entienden que la recompensa genera mayor adhesión de sus jugadores. En muchos de los videojuegos actuales, se puede comprobar que incluso tienen su propio programa de recompensas, las cuales se desbloquean al conectarse al juego periódicamente, completar un número x de misiones, etc.
America´s army: Un caso real
A finales de los 90, el gobierno de los Estados Unidos, estaba muy preocupado por la falta de alistamiento de soldados para su ejército. Por ello, sus responsables diseñaron una atípica campaña de reclutamiento. Crearon un videojuego: America´s army. Este videojuego Free to play (gratuito y descargable online), lanzado en el 2002, seguía la mecánica de otros grandes éxitos del género como Counter-Strike. El gobierno americano pensó que un videojuego podría ser su llave de acceso a la población joven. Y así fue. El éxito de esta campaña de reclutamiento encubierta fue desmesuradamente superior al resto de campañas de captación más tradicionales, como la TV, la radio o la prensa. El juego ha tenido múltiples actualizaciones y aún cuenta con soporte en la actualidad.
¿Son cada vez más adictivos los juegos?
Definitivamente, sí. El modelo de negocio ha cambiado en la industria del videojuego. Los juegos ahora buscan el compromiso de sus jugadores (engagement), como si de la fidelidad hacia un club de fútbol se tratase. El proceso de venta también ha cambiado. Anteriormente comprabas un videojuego, lo completabas, y ya no había más. Actualmente, muchos de los juegos más exitosos sacan expansiones continuamente para el disfrute prolongado de sus jugadores. Si atendemos al MORPG con más jugadores de la historia de los videojuegos, World of Warcraft, lo entendemos fácil. La cruzada ardiente, La ira del rey Lich, Cataciclismo, Legión, son solo algunas de las expansiones de juego original. Las compañías no quieren perder a estos jugadores, y explotan sus títulos como si de la gallina de los huevos de oro se tratase. Es por ello que les instan a hacer clanes, participar en eventos especiales, conseguir premios virtuales, jugar en competitivo (los llamados Electronic Sports) y, en definitiva, hacerles sentir miembros importantes de su comunidad virtual. Esto es lo que en Psicología entenderíamos como sentimiento de pertenencia.
Y por si esto no fuera suficiente experiencia electrónica en sí, los jugadores pueden además encontrar contenido online para ver, aprender y, en definitiva, disfrutar aún más de sus juegos. Con lo cual, tenemos otra vertiente en que los jugadores participan de su juego, ¡aún cuando no están jugando! Más de uno habremos visto a nuestro hijo o a algún conocido con los auriculares y el micrófono, “grabando una partida” para después subirla a YouTube.
¿Esto es un problema? ¿Debería prohibir jugar a mi hijo?
No necesariamente. El juego prolongado y recurrente puede generar irritabilidad, baja tolerancia a la frustración, sedentarismo, etc. Incluso puede desembocar en una adicción. En los casos de mayor impacto, puede perjudicar seriamente otras áreas. Empobrecer el rendimiento académico, laboral, y afectar negativamente en las áreas familiar y social, por citar las más comunes.
Pero también tiene su lado positivo, ya que la experiencia de juego puede desarrollar la concentración, los reflejos, la coordinación motriz fina, la memoria, etc. Muchos de estos juegos obligan al jugador a tomar las mejores decisiones y estimulan su pensamiento creativo a través de un componente de dificultad que suele ir avanzando de manera creciente. Se encargan, por así decirlo, de dotarle de las habilidades básicas (la mayoría tiene incluso un tutorial), para que vaya dominando el juego de progresivamente.
Tampoco hay que olvidar la inherencia del juego en el ser humano. El juego está presente en su desarrollo desde la niñez. Le sirve para explorar el mundo a su alrededor y aprender de él. Es una actividad clave para su aprendizaje. El juego en sí mismo es una actividad que desarrolla la creatividad, genera satisfacción, reduce el estrés y la ansiedad, estimula la toma de decisiones, y tiene un poderoso componente socializador.
Por tanto, podemos concluir que lo realmente importante es conocer a qué juegan nuestros hijos, cuánto tiempo le dedican y con qué personas se están relacionando en el proceso.
Alguna recomendación en cuanto a los juegos (especialmente para los padres)
- Si tiene usted hijos, juegue con ellos. Los videojuegos son una parte de su vida actual, y si usted se los quita, esto le hará sentir culpa y jugar a escondidas.
- Marque un máximo de horas semanales para jugar. 6 podría ser un buen número.
- No perder contacto con la realidad. La experiencia es y será cada vez más inmersiva. La tecnología de 3D y la realidad aumentada están dando sus primeros pasos, pero llegará un momento en que la experiencia de juego simule la real con gran perfección.
- Asegúrese de que es “uno” de sus hobbies. Muchos jugadores hacen de la experiencia gamer su casi única actividad social. Asegúrese de tener más actividades, practique deporte, quede con amigos fuera del mundo virtual.
Daniel Sainz González es psicólogo especializado en adicciones a videojuegos, internet y nuevas tecnologías. Puede seguirle en su página web, en Facebook y en LinkedIn