Presidente Juan Bosch: crónica de una muerte anunciada

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En la noche del 30 de mayo de 1961, durante un trayecto por la carretera entre Santo Domingo y San Cristóbal, Rafael Leónidas Trujillo Molina fue emboscado y tiroteado. Se ponía fin así a una dictadura de treinta y un años, tristemente célebre por su crueldad y sus excesos. En ese tiempo, Chapita -mote de sus tiempos de ratero-, con la ayuda de sus allegados, supeditaron el desarrollo económico y los recursos nacionales a sus ansias de lucro; organizó una campaña genocida contra la población haitiana residente en la República, resultando en 15.000 muertes; y persiguió con dureza, a través del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), cualquier tipo de disidencia dentro y fuera de la isla mediante el secuestro, las torturas y el asesinato.

Desaparecido Trujillo, quedaban dos figuras fuertes de la tiranía: su hijo Ramfis (junto con buena parte del clan familiar), y el antiguo presidente títere Joaquín Balaguer. Pero las esperanzas de continuidad se toparon con un creciente descontento ciudadano, expresado con las movilizaciones organizadas por diferentes grupos políticos, que tras el magnicidio habían vuelto al país, salido de la clandestinidad, o que fueron creados en los meses posteriores. Podemos destacar el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), surgido de la oposición en el exilio cubano, progresista y anticomunista, liderado por Juan Bosch; el Movimiento Popular Dominicano, de tendencia marxista-leninista; el Movimiento Revolucionario 14 de Junio (luegoAgrupación Política 14 de Junio), de izquierda revolucionaria, influenciada por el castrismo; o la Unión Cívica Nacional (UCN), la formación favorita de los EEUU en el nuevo escenario Post-Trujillo, ya que buscaban una «tercera fuerza»anticomunista y antitrujillista.

Una rebelión militar expulsó a la familia de Trujillo del país el 19 de noviembre, pero Balaguer siguió en pie. Éste intentó mantenerse en el poder con una serie de gestos -disolución del Partido Dominicano (partido único de la dictadura), bajadas de precios en productos básicos, eliminación de impuestos a las importaciones-, pero la contestación fue en aumento, culminando en una huelga general de 12 días. Junto con las presiones de los partidos, finalmente se forzaron una reforma constitucional y un Consejo de Estado, que asumiría los poderes ejecutivo y legislativo, a la espera de una nueva Constitución y elecciones libres. La única formación de relevancia participante en el mismo sería la UCN.

trujillo
Rafael L. Trujillo.

Como un animal herido, los remanentes de la dictadura dieron un último zarpazo: el 16 de enero de 1962, el general Pedro Rafael Rodríguez Echevarría dio un golpe de Estado (organizado por Balaguer) contra el Consejo de Estado. Se sustituyó por una Junta Militar, pero dado el clima de gran impopularidad social en el que nació, duró -literalmente- dos días. Un nuevo Consejo se estableció, Balaguer se exilió en Nueva York, y las primeras elecciones libres en décadas tomarían lugar el 20 de diciembre de 1962. A esos comicios se presentarían los antes mencionados PRD y UCN, a los que habría que sumarles dos escisiones del primero (el PRDA y el PPDC), la Vanguardia Revolucionaria Dominicana, o el Partido Nacional (de tendencia horacista –referencia Horacio Vázquez, previa a la dictadura). El Partido Socialista Popular y el Movimiento Popular Dominicano no participaron, al estar ilegalizados, y la Agrupación 14 de Junio optó por la abstención, aunque su militancia simpatizaba con Bosch y el PRD. 

El ganador fue Juan Bosch (PRD), con 619.491 votos, por delante de los 317.327 que obtuvo el candidato de la UCN Viriato Fiallo. Asumiría sus funciones como nuevo presidente de la República el 27 de febrero de 1963. Con el amparo de la nueva Constitución, Bosch intentó llevar a cabo reformas sociales de gran calado, desde garantizar el derecho de huelga a la secularización de la enseñanza, de la prohibición de los latifundios a la expropiación con fines de interés social, respaldo a la organización sindical, participación obrera en beneficios empresariales, legalización del divorcio, etc.

La presidencia de Bosch, la primera experiencia democrática del país desde la década de los treintas, fue breve y conflictiva. Los motivos fueron numerosos, aunque desde algunos sectores le colocaron al presidente el sambenito de que perdió el cargo por «falta de carácter»para manejar el país o controlar a los grupos comunistas que supuestamente estaban creciendo e infiltrándose en el sistema político. Pero éste es un relato interesado, establecido para justificar los eventos posteriores.

¿Qué salió mal? En primer lugar, la poca capacidad de los sectores progresistas para mantener unida a la oposición que había luchado contra Trujillo y su dictadura. Bosch era incapaz de mantener unido a su propio partido, que empezó a desintegrarse prácticamente después de las elecciones; ya para los comicios de 1962 habían surgido agrupaciones formadas por elementos díscolos del PRD. Ángel Miolán, figura importante dentro de la formación, se quejaba de la indiferencia con la que, a su juicio, el presidente trataba a su agrupación, que poseía una influencia casi nula en las decisiones gubernamentales. Y el carácter de Juan Bosch, desconfiado (curtido en una cultura política rica en intrigas) y con tendencia al liderazgo personal, no ayudaba.

Ya dijimos que la Agrupación 14 de Junio simpatizaba con Bosch, y de hecho estarían dispuestos a defender su gobierno si el ruido de sables llegaba más lejos que las habladurías. Leandro Guzmán, en su obra De espigas y fuegos, recuerda: «[…]nuestra única opción legítima, era respaldar la constitucionalidad a toda costa, gustáranos o no el PRD o el presidente.» Pero esta buena relación habría que matizarla: grupos de izquierdas y organizaciones tanto progresistas como sindicales se sintieron marginados por las decisiones gubernamentales del PRD, lo que contrastaba con las acusaciones de simpatía por el comunismo que vertían el ejército y la Iglesia sobre el presidente Bosch.

En esa línea, la supuesta amenaza que suponía la extrema izquierda para el país no era tal, ya que la formación más relevante de este tipo, la Agrupación 14 de Junio, contaba (según la CIA) con 4.000 activistas, focalizados en áreas urbanas. Si bien eran un buen número, no poseían capacidad ninguna para amenazar de manera inmediata el orden constitucional, contrariamente a lo que pregonaban los agoreros.

Juan Bosch
Juan Bosch.

Un segundo elemento en contra fue, como adelantábamos, la Iglesia católica y su jerarquía. Su relación con la dictadura había sido ambivalente, con momentos de colaboración estrecha y privilegios (Concordato), pero también de represión, cuando desde los púlpitos se criticaban con dureza los ataques a disidentes. Pero ya con la democracia, la Iglesia no vio con buenos ojos los intentos de modernización de la escuela pública con normativa laica, ni que la Constitución de 1963 no garantizase los privilegios del Concordato.

Hubo intentos más o menos diplomáticos de revertir la situación, como la visita del nuncio Emmanuel Clarizio, pero el ambiente fue crispándose; muestras de ello fueron las escenas de niños de las escuelas católicas apedreando las ventanas del Congreso, o el artículo del jesuita español Láutico García Juan Bosch: ¿marxista-leninista?, que generó a su alrededor un intenso debate público. Mención aparte merece esta acción, narrada por el propio presidente, que podríamos considerar un preludio del desastre:

Al día siguiente de las elecciones, el capellán de la Fuerza Aérea [Rafael Marcial Silva] pidió a los oficiales de la base de San Isidro que me vigilaran estrechamente. Según él, yo era comunista y tan pronto moviera el primer hombre de las fuerzas armadas, debía ser derrocado porque si no acabaría destruyéndolos por completo.

El estamento militar fue, sin lugar a dudas, el principal responsable del final de esta etapa. La relación con el presidente siempre fue tensa, motivada además por el hecho de que no había habido una purga de elementos trujillistas en los cuarteles, lo cual convertía al ejército en una amenaza potencial. Éste desconfiaba de figuras como Imbert Barrera, quien controlaba la Policía Nacional: en este caso concreto sus sospechas estaban bien fundadas, ya que Barrera informó al embajador de los EEUU de que algunos miembros destacados de la jerarquía del ejército, como el coronel Elías Wessin y Wessin (jefe del Centro de Enseñanza de la FF.AA.), el jefe del Ejército Hungría Morell, o el ministro de las FF.AA. Elby Viñas Román, deseaban deshacerse del presidente, o por lo menos controlarlo. 

Aún no había planes concretos de dar un golpe de Estado, pero finalmente la oficialidad de las Fuerzas Armadas apoyó un plan para deponer a Bosch el 13 de julio de 1963, que fue finalmente aplazado. Pero los acontecimientos se sucedieron de otra manera: el 24 de septiembre de 1963, ante las resistencias a la orden del presidente de destituir a Wessin y Wessin, Bosch amagó con dejar el cargo. Rápidamente, el ejército actuó y lo aprisiona en el Palacio Presidencial. El país queda bajo el control de una Junta Militar, que le pide a la UCN que forme un gobierno civil en 24 horas, o ellos asumirían el control político también.

Presidente-Juan-Bosch-rodeado-de-autoridades-militares
Presidente Juan Bosch con altos mandos militares.

Así se ponía fin a la experiencia democrática del PRD, pero el Triunvirato (nombre del régimen post-Bosch), dada su impopularidad, tendría una vida breve: el 25 de abril de 1965 dará comienzo una guerra civil en Santo Domingo, entre los partidarios de la Constitución de 1963 y las fuerzas del Triunvirato. Cuando parece que van a ganar los constitucionalistas, apoyados por la población armada, 42.000 marines de los EEUU (y tropas de varios países de la OEA) desembarcaron en la ciudad.

Habría que mencionar otros muchos factores, como el rol de la prensa en la creación del relato sobre la complicidad entre Bosch y el comunismo, las resistencias de los poderes económicos isleños (encabezados por el presidente de la Asociación de Industrias de la República Dominicana, Antonio Álvarez), o el conflicto fronterizo con Haití que le perjudicó casi al final de su presidencia. No olvidemos tampoco el papel de los Estados Unidos, que, aunque no fueron inicialmente hostiles al gobierno del PRD ni a posteriori alentaron el golpe de Estado, sí que abandonaron a su suerte a la democracia dominicana.

Por no hablar del que podría ser el motivo más sencillo, y a la vez del que derivaron más problemas: tras tantos años en el exilio, Bosch no había comprendido el país que iba a gobernar, ni éste le comprendió a su vez ni a su programa político, demasiado revolucionario para sectores muy poderosos de la sociedad dominicana. Al no conocer a fondo el contexto de la isla, quizá no estaba preparado para dirigir algo tan delicado como una transición democrática, y su falta de ojo clínico para la situación le empujó a cometer varios errores de bulto, que empeoraron la situación. Pero ésa es otra historia…

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