SALA DE PROFESORES
Sonido de teclado, comentarios furtivos, resoplidos…la sala de profesores, ¡ese lugar! Lugar cambiante, diferentes escenarios de una misma representación, la tragicomedia de la educación. La docencia a lo largo del tiempo ha tenido una generosa representación en el cine. El nuevo film de éxito de Ilker Çatak Sala de profesores invita a una nueva reflexión.
No es un film intimista, no es una búsqueda de una toma de conciencia ni tampoco resalta la centralidad del proyecto ilustrado-educativo dentro de la sociedad moderna. Ni mucho menos se trata de una experiencia educativa sensualista. Más bien Çatak realiza un trepidante thiller que nos refleja un enfoque capaz de contrastar significativamente con otras visiones de la temática.
La película aborda la educación desde el binomio miedo-seguridad, este singular foco ofrece una perspectiva conservadora. La visión conservadora siempre lleva las problemáticas al mismo espectro de soluciones, autoridad y disciplina. Lo interesante de la obra es que, además de reflejar el foco conservador, logra ocultar otras visiones y soluciones de la temática.
El club de los poetas muertos, Hoy comienza todo, La ola e incluso Rebelión en las aulas tratan la educación desde una perspectiva ilustrada e integradora, abordan los problemas y aporías desde un punto de vista social, contextualizado y manteniendo el foco en el progreso y la esperanza. Sala de profesores es una obra sensible a las tendencias panópticas benthamianas de un sistema educativo que se adentra cada vez más en el vigilar y castigar foucaultiano.
La visión conservadora, naturalmente siempre presente en la educación, está experimentando un nuevo repunte. El repunte no reside en las normativas que todavía no son enteramente restrictivas, y que por el contrario todavía son las propias de una educación asentada dentro de una sociedad democrática, aunque ya podríamos apuntar algún matiz. El repunte reside en una lucha de la extrema derecha por ocupar el espacio cultural de la educación.
Los partidos ultraconservadores europeos han centrado uno de sus campos de lucha cultural en los sistemas educativos, haciéndolos sospechosos para las familias de campos de adoctrinamiento y para los profesores como un campo de batalla multicultural donde su menguante autoridad es puesta en duda. Así pretenden establecer su hegemón, desacreditando a centros y docentes, y estableciendo un sistemático solucionario basado en el binomio miedo-seguridad. No estamos negando cierta autoritas en el aula, pero tratar los problemas solamente desde ese prisma monopoliza la reflexión y desvirtúa una forma de abordar la cuestión que habría de ser más plural y ajustado a la realidad.
El sociólogo Hartmut Rosa con sus dos obras, Alienación y aceleración y Resonancia, estudia las relaciones humanas desde una perspectiva relacional. Rosa centra la reflexión en dos conceptos adaptados de la Física, aceleración y resonancia. Aceleración y resonancia son dos tipos de relaciones que se establecen entre el sujeto y el objeto. Rosa se centra en aspectos relacionales más que en la naturaleza particular de sujeto y objeto. De este modo, Rosa pretende arrojar luz sobre cómo podrían relacionarse virtuosamente los individuos y las comunidades humanas.
Carla Nowak, una idealista profesora de matemáticas y deportes, comienza su primer trabajo en un instituto. Aquí tenemos una profesora rebosante de optimismo y voluntad de trabajo, una profesora actualizada en métodos pedagógicos y buena conocedora de los medios tecnológicos. Todo va bien, hasta que el robo y la sospecha dañan el entorno educativo. La película rápidamente nos sumerge en una secuencia hitchcockiana donde la profesora se ve superada una y otra vez. Carla se ve obligada a tomar decisiones vinculantes constantemente, su vocación se tambalea y comienza a dudar de sus valores profesionales. Nuestra protagonista empieza a creer que el cinismo y pragmatismo de sus compañeros puede ser la mejor solución.
H.Rosa analiza precisamente estas dinámicas de comunidades humanas con objetivos comunes, quizás la teoría de la aceleración y la resonancia tenga algo interesante que decir de la educación.
La aceleración de la docencia
Existe una inevitable paradoja en todo sistema educativo. El ser humano tiene un desarrollo cognitivo evolutivo lento, pero al mismo tiempo el sistema capitalista demanda una rápida y constante incorporación de mano de obra cualificada al orden productivo. De este modo se acelera la formación. Así, profesores y alumnos se ven inmersos en una dinámica alienante de creciente y constante exigencia que sufre actualizaciones periódicas en cada curso y en cada ley. Correr más rápido para seguir en el mismo sitio, la rueda del hamster.
Rosa entiende la aceleración a partir de tres características alienantes, la competencia, la promesa de eternidad y el ciclo de aceleración. La competencia son “los principios y las leyes de ganancia material vigentes”, ser competitivos en el mercado laboral. La teoría pedagógica de las competencias que inicialmente era una teoría que liberaba el proceso de aprendizaje de los contenidos, aparece ahora lastrada por unos criterios e indicadores de evaluación que lastran burocráticamente los procesos de aprendizaje. Los alumnos compiten entre sí mismos y los profesores deben de cualificar y evaluar todo lo que ocurre en el aula, anotar todo, el panóptico que verifica el rendimiento constante del alumno y del profesor.
Pero la competencia no acaba ahí, en la competencia entran en juego los capitales existentes, tanto los grandes capitales que quieren entrar o consolidarse en el sistema educativo a través de planes de la Fundación Botín. Planes eufemísticamente enmascarados en hermosos títulos como “Educación responsable”, que no dicen “qué hacer” pero guían el “qué hacer” a través de su financiación con intereses corporativos sesgados. Así mismo, los pequeños capitales familiares también tienen cabida en esta competencia desigual del sistema, esto ocurre desde lo más simple como tener libros y un ambiente positivo de estudio con referentes parentales ejemplares, hasta acudir a centros educativos concertados donde se les pueden inflar las notas resguardándose en una relación clientelar.
La promesa de la eternidad que Rosa refleja en “vivir más en menos tiempo” se representa en la imperante necesidad de que los procesos de aprendizaje expriman materialmente cada minuto de clase, cada segundo de estudio. Además de ese study fast tenemos que añadir un carpe diem, exprimir el momento. Hacer clases exigentes y además divertidas, por pedir que no quede. Además tenemos que añadir una perspectiva de eternidad en una formación continua inacabable, la eterna recualificación, como si la plasticidad neuronal no tuviera final y no existiese el burnout.
La evaluación constante del rendimiento académico no se puede esconder detrás de divertidas situaciones de aprendizaje y tampoco del coaching vacío. En vista de esta problemática es donde se alojan alambicados artefactos tecnológicos que median entre el alumno y el profesor, lanzando al alumno a un hiperlugar donde el medio de aprendizaje se convierte en el fin. Los centros educativos pueden terminar siendo no-lugares huérfanos de identidad. No-lugares estandarizados por artefactos promocionados por las grandes plataformas tecnológicas.
Finalmente, el ciclo de aceleración de la docencia acelerada se naturaliza en un ritmo de vida frenético donde los alumnos y los profesores espoleados también por los medios tecnológicos entran en una actividad constante. Algunos no lo creerán porque los profesores tienen buenos horarios y muchas vacaciones, y que en su época de alumno estaba llena de criterios de exigencia, la refutación de sus argumentos lo tienen en el burnout creciente de los docentes, y en el hecho de que la primera razón de mortalidad juvenil sea el suicidio, en los ataques de ansiedad y en la conducta violenta que presentan algunos alumnos/as…
Los avances tecnológicos como bien sabe Carla no dan por resultado una mayor creatividad y libertad de la relación profesor-alumno. La tecnología no los libera de actividades repetitivas y alienantes, más bien quita algunas pero impone otras casi o más tediosas que las anteriores.
La aceleración establece una relación con el mundo fría, entumecida o fallida. La relación recíproca profesor-alumno da como resultado subjetividades dañadas con configuraciones objetivas hostiles. La clase se vuelve muda o terriblemente ruidosa, siendo dos formas distintas de lo mismo, la pérdida de la comunicación educativa.
¡Oh capitán, mi capitán!
Existe una forma distinta de tratar esta problemática, una forma diferente y a la vez enfrentada a la perspectiva conservadora y a la perspectiva postmoderna. La ofensiva cultural ultraconservadora, su individualismo competitivo confrontador del “alumno es lobo para el profesor y el profesor es lobo para el alumno”. Una visión que trata de apropiarse de la calidad educativa y de la exigencia formativa.
Pero al mismo tiempo también se debe combatir contra cierta perspectiva postmoderna de la educación. Esta perspectiva entiende al profesor como un mero facilitador de conocimientos, unos saberes sujetos a diferentes versiones interpretativas según el emisor y receptor, y con difícil representación en la evaluación, de ahí su creciente carga burocrática. Una visión la postmoderna que centra el éxito en una supuesta individualidad y autonomía autopoietica del alumnado.
“[…] en las últimas décadas se desarrollaron concepciones de la formación que entienden el aprendizaje como un proceso individual y autónomo. La idea principal es que los alumnos deben probar las cosas por sí mismos en clases lo más abiertas posibles, deben de determinar por sí mismos en qué segmentos del mundo se aventurarán y de que manera los harán hablar; los docentes tienen entonces (solamente) la tarea de proporcionar ayuda y poner a disposición su conocimiento específico”
Esta perspectiva se basa en la centralidad del alumno como entidad autónoma y gran preferidor racional, como si el profesor tuviese poco que hacer además de facilitar saberes y motivar debidamente al alumnado. No se trata de centrarse exclusivamente en el alumno, tampoco se trata de centrarse conservadoramente en el profesor, se trata de estructurar una relación vinculante recíproca y resonante entre profesores-alumnos y materiales.
Todos los docentes recuerdan la escena del El club de los poetas muertos, “nos obligaron a firmar, señor Keating”. Un grupo de alumnos se revelan contra una educación autoritaria y carca, y se abrazan a una nueva forma de entender la docencia de un joven profesor de literatura interpretado por Robin Willians.
La escena del señor Keating es un reflejo de una educación resonante, el profesor no es solamente un primer diapasón vibrante capaz de hacer vibrar a cada alumno de manera individual y colectiva, sino que también es capaz de modular respuestas de diferente intensidad a las distintas frecuencias de onda emitidas por “alumnos/as”. A esta capacidad debemos de añadir los materiales a exponer, los conocimientos. Los conocimientos al ser tratados emiten una comunicación donde el alumno debe de sentirse como receptor genuino e interlocutar con los propios saberes, una conmoción recíproca.
Rosa resume esta problemática con una teoría de la educación relacional basada en la figura del triángulo de resonancia, donde el docente ocupa un vértice y los otros dos son ocupados por alumno/a y materiales.
“Una experiencia formativa en el sentido de la teoría de la resonancia tiene lugar cuando los alumnos manifiestan un interés intrínseco por determinado material y tienen experiencias de autoeficacia al enfrentarse con él; y esto es posibilitado por la animación del eje de resonancia entre alumno y docente. El proceso de formación como proceso de apertura del mundo comienza con el entusiasmo del docente, quien, actuando como el primer diapasón, despierta la disposición a la resonancia de sus alumnos, de modo tal que en este acontecer resonante entre alumno y docente se le da vida o se hace hablar al material. Quizás esto pueda sonar demasiado poético pero, en realidad, se trata de un proceso casi cotidiano que tiene lugar una y otra vez en todas las escuelas”
El profesor alcanza y es alcanzado por los alumnos, transmite conocimientos, entusiasmo y diferentes formas de estár, pero también se deja “conmover” por ese material que le sigue “hablando” pese a que lo lleva impartiendo años. Del mismo modo, el alumno es cautivado por el tema, absorbido pasajeramente por las clases de la profesora, pero al mismo tiempo con capacidad autónoma de variar en la respuesta a tales estímulos.
Finalmente el material abre un interesante campo de posibilidades y desafíos significativos, en este aspecto es importante la materia a impartir, los contenidos, pero también los lugares y las infrastructuras donde se imparten.
En esta relación triangular la función de la Administración educativa es fundamental. De hecho últimamente las diferentes administraciones se esconden detrás del profesorado escudándose en la eterna formación del mismo. Del mismo modo también se escuda detrás del alumnado aludiendo a las nuevas y alarmantes costumbres digitales que registran. Alumno y profesorado son clave, pero lo importante es la comunidad educativa relacional, ahí es donde Rosa tiene su interés.
Las políticas educativas tienen una importancia nuclear a la hora de dar las condiciones necesarias para que se dé el triángulo de resonancia anteriormente explicado. Así pues, la administración es la responsable de que las condiciones de trabajo de los profesores sean manifiestamente mejorables, la administración es responsable de que no se baje la ratio máxima por profesor y también es responsable de que los equipos de orientación no tengan un mayor peso en los centros educativos. Las soluciones deben de ser decisiones políticas de calado que tengan en cuenta el fomento de un contexto educativo adecuado y estimulante. A esto se refería Rosa precisamente cuando trataba la comunidad educativa de manera relacional y no particular.
La película termina con una inquietante imagen, un rostro de profesora lleno de ansiedad e inseguridad y un niño sonriente saliendo a hombros de la policía. No es este el final que debemos perseguir, sino el que termina con “¡Oh, capitán, mi capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado”.