No es un film intimista, no es una búsqueda de una toma de conciencia, tampoco resalta la centralidad del proyecto ilustrado-educativo dentro de la sociedad moderna, y mucho menos se
A través de su inestable corazón y distintos ritmos contradictorios, Hedwig and the Angry Inch (2001) busca encontrar el origen del amor, pero se queda atollada en la mitad.
En una vida en la que todo parece el recuerdo de algo ya vivido, la identidad se revela como un profundo interrogante.
El filme narra dos historias paralelas. De un lado, la crisis amorosa de Lui y Elle. Del otro, la vida cotidiana de los habitantes de la Pointe Courte y su
Corría el año 1968 y Kubrick acababa de estrenar su obra de ciencia ficción 2001, una odisea en el espacio. Se puede decir que en ese momento Kubrick ya era
The Quiet Girl (Colm Bairéad, 2022), tanto desde su planteamiento como su ejecución, parece sugerir una suerte de reconocimiento -y hasta consagración- a la rutina.
Allá por los años de la vanguardia europea, las máquinas fueron descubiertas por el cine experimental como un simple pretexto del que valerse para transmitir la pasión (y la antipatía)
Y, a pesar de llorar en un lugar extraño (y lejos de casa), llorar en el cine, como cualquier acto público que se realiza en libertad, tiene algo de expiatorio.
Es Connecticut, en los años 50, así que también es una historia de conflicto racial, odio y, casi como excusa, amor prohibido.
Después de ver 'El acusado', puedes sentirte confundida, molesta, sorprendida, pensativa, escéptica, pero en ningún caso aliviada.