If only they could see,
if only they had been here,
they would understand
how someone could have chosen
to go the length I’ve gone
to spend just one day riding.
Cayman Islands – Kings of Convenience
Un momento en medio de un caos pausado en el que puedes sentir cómo cada una de tus piezas disjuntas crujen y vuelven a encajar. Una bocanada de aire y miles de bicicletas que lo impulsan, que harían a cualquiera recobrar las ganas de respirar. Un reducto de silencio en medio del ensordecedor ruido vacío; un refugio antiaéreo contra la indiferencia crónica que nos asola en medio del gentío.

Ámsterdam es, en todo su ser, una invitación a despertar el alma.
(Gezelligheid)
Al caminar por sus calles, las fachadas de las casas, altas y estrechas, se alzan, levantando muros de concordia en cada tramo de la ciudad. Observadoras, discretas, y en silencio desafiantes. Se inclinan hacia delante, como si quisieran alcanzar a ver su reflejo estático en los canales. Sin duda deben de intuir su propia belleza: su simetría en el agua crea una armonía precisa, e inexplicable. Perfecta. Todo parece estar en su sitio. Incluso uno mismo comienza a sentirse en el suyo.
(Gezelligheid)
Callada y sencilla, a la vez que exquisita y desenvuelta, late con un ritmo propio. Su movimiento constante, fluido y ágil, pero calmado, contrasta como la precisión libre y despreocupada de un milimetrado salto mortal.
(Gezelligheid)
Los canales se retuercen hasta rozar la infinitud, y en cada vuelta el tiempo pierde parte de su peso. Las palabras son agua en Ámsterdam, y, como la corriente, viajan con el viento. Parecen manotazos en el aire, intentando arañar un significado. Intentando traducir una ciudad.
Gezelligheid es una palabra neerlandesa que encierra el corazón de toda una cultura. Es lo que se siente al reencontrarse con un amigo tras una larga ausencia; o al pasar tiempo con tus seres queridos; es cobijo, calidez interior, sentimiento de pertenencia. Es una atmósfera agradable que imbuye bienestar. Una armonía compartida, alegría, una inexplicable paz. Gezelligheid habla, en su más pura esencia, de Ámsterdam.
Cada detalle es digno de ser inmortalizado (no en vano ha mantenido una estrecha relación con el arte). Hablar de Ámsterdam es hablar de claroscuros, y al hacerlo es imposible no derivar en Rembrandt. La Ronda Nocturna no era el título original de la archiconocida obra, pero queda patente que la personalidad de la ciudad se manifiesta en llevar las cosas a su terreno. La oxidación del barniz y el deterioro natural del tiempo bastaron para rebautizar en un momento dado el cuadro, que descansa de forma permanente en casa: en los jardines del Rijksmuseum.
Fue caminando por estos jardines cuando la casualidad decidió resumir a golpe de vista los sentimientos que había despertado en mí este pequeño rincón del mundo.

Unos pulmones de bronce dorados, modelados con hojas de laurel, que parecen querer fundirse con el aire. Respirare l’ombra (Respirando la sombra) es el nombre de esta escultura que parece capaz capturar algo intangible: un instante de tiempo. Aunque la pieza no fue realizada, ni mucho menos, expresamente para ese momento ni lugar, al mirarla me pareció que hablaba de la ciudad. O con la ciudad. Me pareció que exactamente era ese el sentimiento que la definía: la belleza y sencillez de la vida.
Las historias interesantes ocurren siempre más allá de los clichés. Por eso, tras adquirir una postal, antes de escribirla, pensé detenidamente qué quería decir. No pude concebir nada mejor que regalar lo más bonito que en ese momento tenía a mi alcance; lo mismo que he querido plasmar aquí:
« Espero que estas calles te transmitan tanto como a mí ».