Con la inercia de la ola que no rompe,
con toda la elegancia
del error perfectamente ejecutado,
del puro agotamiento de la duda:
yo.
He aquí lo previo, lo enquistado;
es tuyo,
que ultimas con ternura las nostalgias.
Aquí se esparce lo que decimos.
Lo que no decimos, queda.
Y vida es
esa cosa como de otros:
un lúgubre escenario
limitado al tiempo verbal.
Somos. Fuimos. Seremos. No;
para besar hay que estar en silencio.
… Ya bastaba con vivir, ya bastaba. Pero
cerca de tu cuerpo como de costa,
de todos los colores estivales que te bañan,
hay más:
un río inabarcable que transito;
crucero en aguas bajas,
tan torpe como vivir.
Poso mi cabeza en tu regazo
por ver si, de costado,
los mares se evaporan,
las músicas del mundo enlentecen y borran
la incómoda humedad de estar despierto,
la rabia.
Poso mi cabeza en tu pecho
y dice la verdad.
Mi vida termina aquí. Aquí
termina todo lo que soy:
un quieto esperar
al romper de las olas,
al paso inalterable del verano.
Lo que llegó,
lo que aún no había llegado,
no importa;
aquí termina mi vida.
Fotografía de Carlos Navarro Solís (en Instagram: @carlos.navarro.solis).