Me asusta esta estatua que mira hacia la muerte.
Los perros gimen.
Hace frío.
El hierro forjado no se derrite ante el sol que mira.
Tiene escarcha en los ojos, hielo en las manos.
Solo algunas veces, cuando el perro ladra,
se escucha el crujir del óxido, el goteo del deshielo.
Contemplo esta estatua que mira hacia la muerte.
No me asusta su temple,
sino que arrastre todo cuanto ve
a la inmortalidad.