A comienzos de la década de los ochenta, la industria del cómic estadounidense se hallaba inmersa en un severo proceso de estancamiento. Fue por aquel entonces cuando el dibujante y guionista Robert Crumb fundó la revista Weirdo, una de las fuerzas creativas que contribuirían a invertir esta tendencia.
En los años sesenta, Crumb se había erigido en el máximo representante del cómic underground, una transgresora propuesta caracterizada por abordar por vez primera temáticas adultas en las páginas de los tebeos. Autor prolífico, su obra conoció una progresiva disminución en el ritmo de producción que le condujo a plantearse el abandono del dibujo a mediados de los setenta. Las dificultades que atravesó por estos años -divorcio, problemas fiscales, abandono de las drogas…- estuvieron en el origen de la que sería una década perdida. La puesta en marcha de Weirdo en 1981 constituiría un punto de inflexión en su carrera como historietista.
Weirdo fue editada entre los años 1981 y 1993, a lo largo de los cuales vio la luz un total de veintiocho números impresos. La revista proporcionó un nuevo aliento al underground, cuya tradición resucitó ejerciendo a modo de catalizador. Su inspiración estuvo en los fanzines punk del momento y en la aclamada revista Mad, publicación satírica creada por Harvey Kurtzman y William Gaines a comienzos de los cincuenta. Con estos referentes de partida, la línea editorial de Weirdo destacó por un humorismo sin inhibiciones que la convirtió en la contraparte de Raw, aparecida en 1980. A diferencia de Weirdo, Raw -fundada por Art Spiegelman y Françoise Moully-, puso el acento en dar acomodo a autores de vanguardia dentro del mundo del cómic. No obstante, hubo un punto en el que ambas revistas fueron coincidentes: su apuesta por el trabajo de jóvenes talentos.
Así pues, Weirdo sirvió de trampolín a una nómina de autores que, de otro modo, habrían tenido serios problemas para progresar en una industria dominada por alternativas mucho más convencionales tanto en la forma como en el contenido. La revista contó con las aportaciones de historietistas como Charles Burns, Harvey Pekar, Terry Zwigoff -quien con posterioridad dirigiría el multipremiado documental Crumb-, Daniel Clowes o Joe Sacco. Del mismo modo, varios de los dibujantes del sello Drawn & Quarterly -Chester Brown, Joe Matt, Julie Doucet, Seth- tomaron parte activa en la audaz iniciativa de Crumb.
Pese a que Weirdo conservó en todo momento su espíritu rompedor, el hecho de que contara con tres directores sucesivos se hizo perceptible en la orientación que tuvo la publicación en cada una de sus etapas. El primero de ellos fue el propio Crumb, cuyo propósito fue transformar la revista en un órgano de expresión para los nuevos artistas del underground y para sí mismo. Algunos de sus grandes clásicos aparecieron allí, como I Remember the Sixties, The Old Songs are the Best Songs, Psychopatia Sexualis o The Religious Experience of Philip K. Dick., y le dio la oportunidad de experimentar con la realización de fotonovelas de ridículo argumento y lamentable ejecución.
Unos tres años y medio después, Crumb recibió el relevo de un jovencísimo Peter Bagge, quien mantuvo viva la premisa inicial del proyecto al tiempo que lo dotaba de una vertiente punk de lo más sugerente. Para entonces, la revista recibía tal avalancha de trabajos que no todos podían ser publicados, reunieran o no la calidad suficiente para hacerse merecedores de ello. Finalmente, la responsabilidad de la dirección recayó sobre Aline Kominsky-Crumb, esposa de Robert, que, al igual que sus predecesores en el cargo, dibujó para Weirdo.
Durante la última fase de vida de la revista, Aline pasó por una honda crisis personal que la empujó a mudarse a un remoto pueblo del sur de Francia con Robert y la hija que tenían en común, Sophie. Ya instalados en Europa, Aline se hizo cargo de la edición del último número de Weirdo, para el que contó con la colaboración de autores estadounidenses y franceses. Persuadida de que éstos últimos tendrían serios problemas para pronunciar «Weirdo», decidió titularlo «Verre d’Eau», es decir, «Vaso de Agua», motivo escogido para ilustrar la portada final de la revista.